A unos pocos kilómetros del centro de Esquel, a la vera de la ruta que conduce a la vecina localidad de Trevelin, funciona un Laboratorio de Producción de Blancos de Hongos Comestibles y Medicinales. Un espacio reservado a la investigación y al desarrollo del “mundo fungi”, contemplando su potencial en el campo tanto de la gastronomía como de la medicina.
El complejo en cuestión depende del Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP). Contiene un par de salas, equipamiento y materiales específicos. También cuenta con un terreno acondicionado para el cultivo en troncos, una técnica especial que se implementa con el apoyo de estudiantes pertenecientes a escuelas de la zona.
Juan Monges es el profesional que trabaja en el Laboratorio. Recibe amablemente al equipo periodístico de diario La Portada para una suerte de visita guiada. Da la bienvenida con una sonrisa, propone un apretón de manos y casi sin hacer una pausa empieza a comentar
lo que realizan en el lugar. Un apasionado. Describe el “día a día” y hace foco en la funcionalidad de cada máquina.
Este especialista es personal de apoyo del CONICET en el CIEFAP, dentro del área de Fitopatología y Microbiología Aplicada. La institución lleva una década apostando decididamente en el cultivo de hongos. El Laboratorio de Producción está operativo desde el 2018 y se dedica al estudio y cultivo.
En este sitio se hace el inóculo para el cultivo de hongos. “Los productores por lo general utilizan micelio que es desarrollado sobre semilla de cereal esterilizada. Es el inóculo que usan los cultivadores”, explica. Habitualmente reciben pedidos de micelio de diversos puntos de la Patagonia como, por ejemplo, Río Negro, Tierra del Fuego y Santa Cruz.

Señala que hay dos procesos diferenciados: uno bajo condiciones controladas, en las instalaciones del Laboratorio. El otro es mediante la técnica especial de la inoculación de troncos. En el segundo método, agrega, “lo que hacemos es copiar el ciclo de las especies” en un ambiente natural. Aquí tiene el aporte de estudiantes de la Escuela Politécnica y de la EMETA, que cumplen sus pasantías.
“Los troncos se incuban bajo tierra, en una fosa. Los abrimos en otoño y los sacamos a fructificar”, destaca en la entrevista concedida a La Portada. Con satisfacción, resalta: “Lo novedoso ahora es que encontramos algunas especies que no teníamos registro de su cultivo en tronco como la Pholiota Adiposa. También asoma el hongo de invierno (Enokitake) y probamos cepas de Gírgolas”.
El cultivo en tronco sirve por varios motivos, entre ellos la posibilidad de elaborar ensayos o profundizar conocimientos sobre cepas, por ejemplo. En ese contexto, asegura que el “mundo fungi” es apasionante y que la zona posee basto potencial. “Los hongos además de alimentar traen beneficios para la salud. El consumo de las Gírgolas, por ejemplo, disminuye el colesterol”, acota.
Recuerda que el otoño suele ser la época del año propicia para el florecimiento de las especies. El Centro, subraya, ofrece una aplicación interesante para el reconocimiento de hongos silvestres. A través de estos manuales, los usuarios pueden identificar las variantes comestibles asociadas al bosque nativo o a las plantaciones, entre otras cosas.
Incertidumbre
Por otro lado, Monges indica que el CIEFAP no está atravesando su mejor momento desde el punto de vista económico y lamentó que en el último tiempo se ha debilitado la estructura administrativa, complicando de esa forma el financiamiento de programas de investigación y desarrollo, en este caso en el Laboratorio de Producción de Blancos de Hongos. “Seguimos con el trabajo, las presentaciones y recibimos a las escuelas, pero no podemos hacer semilla micelio porque no tenemos la parte administrativa. Esperemos que se solucione prontamente”, completó.
