El temario era amplio. La cumbre de intendentes cordilleranos se presentaba como una buena oportunidad para poner en la mesa de discusión problemáticas comunes. Obras de infraestructura, servicios públicos, proyectos productivos y turismo. Pero fracasó debido a la “inasistencia perfecta” y provocó una tirantez innecesaria entre los jefes municipales.

Aún luce ofuscado Sergio Ongarato después del desplante de sus pares. Sólo Ariel Rodríguez, del Parque Nacional “Los Alerces”, respondió. El intendente de Esquel está convencido de que alguien operó políticamente para desactivar el esperado cónclave. Sabe de dónde viene pero no lo quiere decir.

Le llama poderosamente la atención que el viernes por la mañana algunos invitados especiales hayan estado en la ciudad y no quisieran darse una vuelta por San Martín y Mitre. “Malpensados” dicen que incluso existieron cruce de mensajes y llamadas para no concurrir.

“No fui porque quisieron poner a Ongarato como una suerte de líder político de la región”, admitía en diálogo con Radio del Molino (Trevelin) Marcelo Limarieri, de Gualjaina. La mayoría coincide en que el encuentro estuvo mal organizado, que no era el momento y que debía existir un aviso previo al Gobernador.

El propio Ongarato confirmó que la idea de una reunión se venía conversando hace un tiempo y que todos veían con agrado “gestionar en conjunto cosas que son necesarias para la región”. Molesto con la situación, dejó en claro que las soluciones a problemáticas comunes son más sencillas de alcanzar en grupo, no de forma individual.

Confió además que pretendía delinear una “agenda regional” a partir de la cual “colaborar con los gobiernos provincial y nacional” en la búsqueda de respuestas. Habló de rutas, servicios públicos, mejoras en materia de comunicación. “Hubiera sido bueno armar un documento entre todos”, se quejó.

Entendió que “alguien estuvo operando” para voltear la cumbre y desmintió sus deseos de convertirse en una suerte de líder comarcal. “Es una lectura errónea creer que haya estado buscando algún protagonismo”, manifestó y consideró que es una interpretación propia de “épocas pasadas de la política que no represento”.

“Somos intendentes elegidos por nuestras comunidades. No tenemos que pedirle permiso a Arcioni ni a Macri para reunirnos. Una de las razones por las cuales quería juntarme era que emane el apoyo institucional que necesita el Gobernador en este momento complejo en lo económico y político”, añadió. Acotó que es una equivocación discutir quién tiene el liderazgo. “Con esto no pierdo yo sino toda la región”, disparó.

“Fue muy apresurado”

Omar Aleuy, de Trevelin, argumentó que no pudo participar debido a compromisos previos en El Hoyo. “No es fácil hacer una convocatoria de este tipo. A veces se tienen que realizar las consultas correspondientes”, planteó. A diferencia de Ongarato, afirmó que el gobernador Arcioni debía estar al tanto.

Dijo que tal vez “fue muy apresurado” y que una actividad de esta naturaleza debe cocinarse a fuego lento. “No es sencillo hacerla en una semana”, tiró, agregando que la agenda de los intendentes suele ser muy apretada y es difícil encontrar un espacio. Asimismo, aseveró que el trabajo en equipo es fundamental.

Aleuy confirmó que en el transcurso de esta semana la Casa de Gobierno sería epicentro de un encuentro entre intendentes de la Comarca pero ahora sí  con Arcioni. “Los municipios están bastante parados y necesitamos que los proyectos se activen”, subrayó. Ese seguramente sea el pedido que lleven a Rawson.

Un furcio y varias caras de sorpresa

En el medio del escenario estaba el gobernador Arcioni. A los costados, ministros y funcionarios. Era el acto apertura de la Fiesta de la Fruta Fina. Mientras el locutor repasaba la nómina de autoridades más de uno abrió bien los ojos. “Se encuentra presente el intendente de Esquel, Sergio Ongarato”, pronunció el hombre de voz grave.

El titular del Ejecutivo local no estaba en El Hoyo. El furcio retumbó fuerte sobre el escenario. El error en otro momento pasaría inadvertido, pero lo cierto es que cobró magnitud un día después del famoso desplante. Algunos esbozaron una sonrisa tímida, otros se dieron vuelta buscando al esquelense. Los más distraídos se fueron del predio creyendo que Ongarato andaba en la fiesta, el sábado, mezclado entre sus pares, tras la reunión que no fue.