Por Juan Esteban Rimoldi: Centro de Estudios Políticos y Sociales Mariano Moreno
“…El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto ‘Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera’…” [1]
Hablar de desarrollo económico, implica necesariamente discutir la problemática de la distribución del ingreso y fundamentalmente, a que sectores sociales se beneficiará o se le dará mayor participación en la renta nacional.
Esta disputa trae consigo múltiples tenciones entre los involucrados. Las pequeñas elites pretenderán profundizar el proceso de concentración de la riqueza en sus manos, mientras que las clases populares propugnarán por tener una mayor participación en la renta nacional, que necesariamente tendrá la contrapartida de reducir la de las oligarquías.
Noam Chomsky sostiene que “…En las grandes democracias las decisiones están siendo tomadas por una pequeña elite económica. Su interés no es salvar la especie. Su interés es la maximización de sus beneficios…”[2]
Siguiendo esta línea de pensamiento, la Política es la herramienta de transformación social, pues mediante ella deberán implementarse las medidas necesarias para subordinar la economía al interés general; para contenerla, orientarla y conducirla a realizar los fines del ser humano, pues en definitiva, todos los derechos -incluidos los de propiedad y libre comercio- deben estar subordinados al desarrollo humano como fin último de la justicia social, reforzando la función social de la economía por sobre la mercantil[3]
Entonces, la puja por el ejercicio del poder político adquiere una relevancia trascendental, ya que será quién determine en qué dirección habrá de distribuirse el ingreso nacional: en beneficio de las clases populares o en desmedro de ellas y a favor de las elites económicas.
En este contexto contingente del poder político, la misión del Pueblo es desterrar para siempre al neoliberalismo como forma de organización social. La lucha debe ser canalizada por la militancia política con el objetivo de obligar al poder económico concentrado a subordinar sus intereses a los del bienestar general. Es necesario que el Estado intervenga activamente para imponer una distribución de la riqueza con Justicia Social, devolviendo al Pueblo aquello que las elites se han apropiado ilegítimamente.
La Iglesia Católica advertía en Popolorum Progressio sobre la obligación de restituir a los desposeídos el excedente de los bienes en manos de los apropiadores, pues en definitiva, aquello que le sobra a quién mucho tiene corresponde por derecho a quién le falta, pues no hay ninguna necesidad de reservarse en uso exclusivo aquello que excede la propia necesidad.
Lo dijo en estos términos: “…Sabido es con qué firmeza los Padres de la Iglesia han precisado cual debe ser la actitud de los que poseen respecto a los que se encuentran en necesidad: ‘No es parte de tus bienes –así dice San Ambrosio- lo que tú das al pobre; lo que le das le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos’ Es decir, que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. …”[4]
Volviendo al origen de esta breve reflexión, la discusión por la distribución del ingreso no es ni más ni menos que la disputa por la apropiación de la renta nacional. Serán las políticas económicas que adopte el Estado las que definirán a que sector se beneficiará, y es por ello, que la Política y el Estado deben estar comandados por los representantes del Pueblo[5], que siguiendo la orden impuesta por el Art. 75 Inc. 19 de la CN deberán proveer lo necesario para el desarrollo económico con Justicia Social
No tengo ninguna duda que el rol del Pueblo es subvertir[6] el orden instituido, y colocar al hombre por encima de la economía, sepultando así definitivamente al neoliberalismo como forma de organización social. Para ello deberá provocar una verdadera Revolución[7] Política, consistente en la movilización permanente, en una participación masiva en la vida política de la Nación, en instaurar un estado de deliberación continua para la elaboración del Programa Ideológico, y fundamentalmente, en que sean representantes del Pueblo quienes ocupen los cargos Públicos, y no los serviles empleados de las elites internacionales[8]
[1] Carta Encíclica ‘Populorum Progressio’ del Papa Pablo VI. 26 de marzo de 1976.
[2] Le Monde Diplomatic de diciembre, Pág. 22, “En Estados Unidos la Guerra Civil aún no terminó”
[3] Carta Encíclica ‘Populorum Progressio’ del Papa Pablo VI. 26 de marzo de 1976.
[4] Carta Encíclica ‘Populorum Progressio’ del Papa Pablo VI. 26 de marzo de 1976. Punto III ACCIÓN QUE SE DEBE EMPRENDER ‘La Propiedad’.-
[5] Manifiesto, Declaraciones y Principios del Centro de Estudios Políticos y Sociales Mariano Moreno, Puntos ‘c’, ‘d’ y ‘e’.-
[6] Trastornar o alterar algo, especialmente el orden establecido (Diccionario de la Real Academia Española).-
[7] Cambio rápido y profundo en cualquier cosa (4º Acepción Diccionario de la Real Academia Española).-
[8] Manifiesto, Declaraciones y Principios del Centro de Estudios Políticos y Sociales Mariano Moreno, Puntos ‘c’, ‘e’, ‘g’, y ‘j’.-