Cuando Oscar Galián llegó a la ciudad, junto a su familia, lo tenía bien claro: quería abrir una óptica. No tardó mucho en lograrlo. En agosto de 1978 ya estaba instalado en el local de la Avenida Ameghino, en pleno centro. Pasaron ni más ni menos que 42 años de aquel entonces y aún sigue abrazando el oficio con las mismas ganas.

La década del 70 estaba llegando a su fin cuando don Oscar Galián, esposa y sus pequeños hijos deciden radicarse en Esquel. La familia provenía de Azul, Provincia de Buenos Aires. El objetivo, poner en marcha una óptica. “Cuando llegamos no había una”, recuerda en una entrevista concedida a diario La Portada.

Describe como si fuese hoy el día de la inauguración. Una jornada fresca de agosto. Hubo un sencillo acto para el tradicional corte de cinta. Se hicieron presentes varios vecinos conocidos, entre ellos José Luis Fernández, quien era presidente de la Cámara de Comercio. “Hasta un reportero del Diario vino”, dice. 

No duda un segundo en agradecer enormemente al conjunto de la comunidad y a todos aquellos que de una manera u otra lo ayudaron en sus comienzos, mencionando como ejemplo de ello a las hermanas Alonso. Entiende que sin el respaldo continuo de la gente el negocio nunca hubiese llegado tan lejos.

La Óptica Esquel siempre funcionó en la misma dirección, en el edificio de la Avenida Ameghino al 1008, unos pasos antes de la calle 25 de Mayo. “Antes creo que había una chocolatería. Rubén Hernández era el propietario de toda la esquina. Alquilé el sitio y así nace la historia”, cuenta acompañando el relato de un sorbo de café cortado.   

Con énfasis destaca que su hijo Oscar también abraza la profesión. “Cuando él llegó con su título tratamos de que el negocio creciera. Por ese motivo es que creamos Amancay. Es una segunda óptica que se desprende de la Esquel. Trabajamos juntos siempre. Con el tiempo yo fui dejando un poco y él se encargó”, comenta.

Vuelve a los inicios y resalta que la localidad era muy distinta. “Estamos hablando de una época marcada por el epílogo de la presa (el complejo hidroeléctrico terminó de construirse por aquellos años). En el 79 alguien puso un cartel en cercanía del cementerio que decía el último que apague la luz. Pensaban que esto no crecería más”, señala Galián.

“Ofrecíamos anteojos recetados y contábamos con dos oculistas que venían una vez al mes. Uno era de San Carlos de Bariloche y el otro de Trelew. Preparaban las recetas y se iban”, agrega en la charla con este medio. Expresa que la óptica le permitió conocer gente y recorrer con el servicio la gran mayoría de los pueblos de la zona.

“Nosotros venimos de Azul, Provincia de Buenos Aires. No conocíamos Esquel. Yo prestaba servicio en el Ejército. Rápidamente tuvimos una buena aceptación y empezamos a ser parte de la comunidad. Eso me posibilitó sumarme a otras instituciones como el Rotary Club. Estoy feliz en Esquel”, acota.   

Orgullo siente cuando habla de cómo fue creciendo el establecimiento comercial y del empuje de su hijo que incluso ahora decidió apostar por el rubro gastronómico. “Él tiene la edad para empujar. Yo lo acompaño”, remarca, ampliando que la realidad lo sorprende gratamente y que 42 años atrás no la hubiese imaginado.