El decreto de necesidad y urgencia que establece el “aislamiento social preventivo” firmado por el Gobierno Nacional permite, salvo algunas excepciones lógicas, realizar desplazamientos mínimos a la población para adquirir los insumos considerados esenciales.

La indicación es preferentemente hacer las compras en el local de mayor proximidad, en aquel que está más cerca del domicilio, del hogar. Es en este marco donde debe revalorizarse el papel para nada menor que juega el llamado almacén de barrio y el maxikiosco.

No hace falta decir que la cuarentena para frenar al coronavirus alteró el normal funcionamiento social. Los efectos serán de dimensiones. El Gobierno tendrá el enorme desafío de contener la propagación del virus para que el sistema de salud no colapse y en paralelo motorizar la economía. Tarea nada sencilla.

El contexto epidemiológico con el COVID – 19 a la cabeza expuso múltiples fenómenos. Uno de ellos es la importancia de las despensas y los polirubros, esos establecimientos comerciales pequeños que no tienen la espalda de las grandes cadenas pero que se las ingenian para prestar un servicio relevante. 

Se ubican a lo largo y ancho de Esquel, en los barrios y en el microcentro. Pueden comercializar desde productos panificados, pasando por fiambres, el kilo de yerba para los mates, lácteos, cortes de carne, bebidas y golosinas, hasta la carga virtual para los dispositivos electrónicos.

“Nosotros como distribuidores de productos de servicios virtuales vemos el importante rol que cumplen en esta cuarentena”, explican a diario La Portada desde Antelsat SRL, una empresa local que si bien redujo el “cara a cara” con el cliente no bajó la actividad y la asistencia en días de aislamiento.     

Dentro de la estrategia sanitaria nacional que comanda el Presidente Alberto Fernández, solicitar que la gente vaya al comercio de proximidad tiene sus razones, no es un mero capricho: reduce la concentración en los grandes “súper” y así baja el riesgo de contagio masivo. 

Lógicamente estos negocios adaptan sus medidas preventivas. Basta darse una vuelta por la ciudad para encontrar los carteles artesanales estampados en la puerta limitando el ingreso de clientes al mismo tiempo, la higiene que es cada vez más estricta y hasta el alcohol en gel sobre el mostrador.

Del otro lado, siempre una cara familiar. La atención en estas tiendas tienen esa particularidad única, la de tener un rostro conocido, ese vecino con el que nos une algo más que un simple intercambio comercial. Es quien vive al lado.