Está al frente de una cabaña con más de 100 años: “El Cóndor”, ubicada al pie del Nahuelpan. Fue fundada por su abuelo, el hijo de un agrimensor galés. Un regalo de boda cambió la suerte del establecimiento para siempre. La genética de sus ovinos pasea por las exposiciones más importantes del sur argentino. Y no pasa desapercibida.

Entra a la redacción del diario puntual. A las 9 horas. Un simple apretón de manos alcanza para darse cuenta que Michael Gough es un hombre de campo. De esos que están arriba con los primeros rayos del sol. El 2019 pareciera sonreírle. En la muestra ganadera de Comodoro Rivadavia obtuvo el premio “Gran Campeón”. Y en Bariloche el “Reservado de Gran Campeón”.

La charla empieza por ahí. Los recientes logros en dos exposiciones de calibre a nivel patagónico lo llenan de orgullo. “Es un comienzo de año bueno para la cabaña”, admite y asegura que coronarse en la ciudad cuna del petróleo no es asunto frecuente. Todo gracias a un imponente merino astado de lana entera.

Aclara que una presentación en cualquier evento ganadero esconde detrás años de intenso trabajo. Sudor. Desde la gestación del animal hasta el ingreso a los galpones de una entidad Rural hay un camino largo de recorrer, sinuoso y lleno de obstáculos. El carnero muestra su potencial después de un par de temporadas. Al principio es sacrificio puro.

Sostiene que ser cabañero en la Argentina no es tarea sencilla. La genética es de nivel pero abundan factores externos que no pueden controlarse tranqueras adentro. La presión impositiva, los avatares de la naturaleza (sequía y ceniza volcánica) y la presencia de depredadores como los perros cimarrones, pumas y zorros, por citar algunos.

Indica que el Estado agobia a los productores con impuestos y tasas. “Tendrían que sacar el pie de encima”, advierte. Se pone serio. “Mi padre ya se quejaba, yo lo hago y supongo que mis hijos también”, acota. La historia es cíclica. Se repite. Con gesto adusto, afirma que “el campo es el motor” de este país y lamenta que cuando los gobiernos están flojos de dinero aplican nuevas retenciones.

Buena genética

No lo duda. En la Argentina hay buena genética ovina. Dice que no tenemos nada que envidiarle a potencias mundiales como Australia, a donde viaja seguido. Su primera visita fue ni bien terminó el secundario, con apenas 18 años. Contabiliza más de 15 vuelos directos a Oceanía. Ahí aprendió mucho de ganadería. Asimiló habilidades que luego lo llevarían a asesorar cabañas de peso como la de Leleque.

“Tuve la suerte de poder ir cuatro veces a Australia como jurado. Participé de las exposiciones más grandes. Una de ellas cuando se elige el mejor carnero”, agrega. No sólo va para maravillarse con los ejemplares del país de los “wallabies”. También trae animales y experiencias en desarrollo ovino que práctica.

Afirma que en la Patagonia -sobre todo- estamos ante el desafío de “seguir mejorando” y recuperar las cabezas pérdidas a lo largo de los últimos años como consecuencia de la sequía y la ceniza, entre otras variables. “Hay que volver al stock de hacienda”, plantea. No es una empresa fácil, reconoce enseguida. Otro norte: exportar genética a mercados como Chile, Uruguay, Brasil o Perú.

Todo comenzó…

Para comprender un poco el nacimiento de “El Cóndor” hay que irse a fines del siglo XIX. El bisabuelo de Michael, Don Ap Iwan, un agrimensor galés, recibió tierras en Nahuelpan como forma de pago por un trabajo de delimitación de tierras en la zona. Pero el hombre no tuvo demasiada suerte. Allá por 1906 es asesinado en su tienda de ramos generales por unos vándalos americanos.

Mientras el mundo estaba convulsionado por el hundimiento del popular Titanic, en 1912, a pocos kilómetros de una joven Esquel, el hijo de este “europeo” que había llegado al sur argentino en búsqueda de un futuro decide fundar un establecimiento ganadero. Todo dio una vuelta de rosca a mediados de los 50 con un simple regalo de boda.

“Cuando mi padre se casa con mi madre le dan como obsequio una oveja de pedigree”, relata. Así nace el emprendimiento ovino. Casi que coincide con su fecha de nacimiento. Hoy tiene más de 1.500 animales. “El campo para mí es todo”, enfatiza. No es una declaración al pasar. Lo dice con pasión. Habla tranquilo. Conceptos claros.