La violencia, en todas sus formas, siempre genera preocupación. Pero si tiene como principales protagonistas a grupos de adolescentes – a raíz del hecho ocurrido en Villa Gesell que le costara la vida a un joven – esta preocupación es mayor.

Chubut, lamentablemente, no es ajena a las situaciones que se viven en otras provincias. Se conoció recientemente la noticia de la convocatoria de grupos de jóvenes desde las Redes Sociales para protagonizar una pelea callejera en la ciudad de Trelew.

El objetivo, según consignó un medio gráfico de esa ciudad, era filmar la pelea para luego publicarla on line siendo los seguidores los encargados de elegir – posteriormente – las mejores escenas del enfrentamiento.

Esta situación no sería un hecho aislado ya que, según el mismo medio de comunicación, las peleas callejeras entre menores de 14 a 16 años se estarían convirtiendo en una escena habitual en la Plaza Independencia.

Es, en este contexto, importante el rol que debe cumplir el Estado para prevenir la violencia y garantizar la seguridad de todos los ciudadanos. El ministro de seguridad, Federico Massoni, aseguró el pasado lunes que la convocatoria a peleas callejeras en Trelew será debidamente investigada.

Fue preciso al sostener que “no es un juego, no vamos a esperar fatalidades”. “Seremos contundentes contras las peleas”, aseveró el funcionario provincial.

El rol de los padres es también un tema que merece mayor grado de análisis. Saber dónde, con quiénes están y qué hacen los jóvenes es responsabilidad de sus progenitores.

La incidencia de las Redes Sociales en la vida cotidiana de los adultos y – especialmente – en la de los jóvenes es un hecho ineludible, pero su uso debiera estar regulado.

Quizás no todo debería ser publicable, no todo debiera estar permitido. Los parámetros deberían ser más precisos para evitar, así, la afectación de las publicaciones en otras personas.

La aplicación de un marco regulatorio – en torno a las Redes Sociales – es un debate que ya no se puede postergar. Y enseñar que se debe respetar el bienestar de otras personas no es un concepto que “pasó de moda”. Aún estamos a tiempo, de nosotros depende.