“La Casa del Churro” no sólo llegó a revolucionar el paladar esquelense con un nuevo producto sino que también recuperó el secreto de la tradicional panadería “La Juventud” que cerró sus puertas después de treinta años de trayectoria por la crisis económica. El empresario Jorge Verón asumió el desafío de tomar a los trabajadores que quedaron desempleados y sumarlos a su nuevo proyecto. Hoy son 18 familias las que viven de este comercio que combina la experiencia, el conocimiento y la calidad de su producción.
El rubro de la panadería ha sido uno de los más afectados en estos últimos años por la crisis económica. Un gran número de comercios se ha visto obligado a cerrar a lo largo y ancho del país, dejando a sus trabajadores en la calle por los aumentos desmedidos en los insumos y los servicios. En Esquel la situación no es diferente. La Panadería “La Juventud” dejó de funcionar después de treinta años de trayectoria en el mercado local. Su dueño, preocupado por los trabajadores, hizo lo imposible para que no perdieran su trabajo y logró llegar a un acuerdo con Jorge Verón, quien había abierto “La Casa del Churro”.
“Es toda una apuesta y un desafío más que nada por la situación económica que estamos viviendo. Pero me tentó y me dio tranquilidad la experiencia y el conocimiento que tienen del rubro los trabajadores de “La Juventud”. Muchos comerciantes rechazaron la propuesta pero a mí el proyecto me pareció ideal”, confió Jorge Verón a La Portada.
La Casa del Churro lleva tres años en la ciudad. Sus inicios fueron en un local de Avenida Fontana, entre la Avenida Ameghino y San Martín. Luego se trasladó al centro, sobre calle Rivadavia, entre Belgrano y Roca, donde no acompañó la situación económica y los resultados no fueron buenos. Hoy se encuentra en un local amplio sobre Avenida Holdich donde no sólo se amplió la oferta de productos, sino también su calidad y se triplicaron las ventas.
“La idea surgió de un amigo que trabaja en la fábrica de churros más grande del país y con mi familia mejoramos el proyecto. El churro es un invento español entonces nuestra idea era optimizarlo y darle más variedad a la gente para que pueda elegir como en las heladerías. Fue el complemento perfecto y fue totalmente original”, destacó.
Asimismo Jorge reconoció que el churro “es muy difícil de hacer, parece sencillo por los ingredientes pero lleva un proceso complejo para llegar a tener la calidad que se necesita. Nosotros lo logramos en un tiempo determinado y eso es lo que hoy nos caracteriza”, aseguró.
Una vez consolidados con los churros, decidieron incorporar la elaboración de pan rallado y la sandwichería con la producción propia de pan de miga que hoy venden a los comercios de la ciudad. “Hoy atendemos el 60 por ciento de la gastronomía de la ciudad y queremos ser líderes en la zona”, resaltó y adelantó que se encuentra trabajando en los permisos pertinentes para salir de la ciudad con sus productos.
El empresario se mostró conforme con la nueva ubicación ya que reveló que desde el 1 de julio triplicaron el ingreso de gente como así también la producción. “Ya cumplimos los cuatro meses, no tropezamos y aspiro a que nos va a ir mucho mejor. Estamos muy agradecidos a la gente que nos elige en esta situación económica tan complicada”, expresó Jorge.
Una vida dedicada a la panadería
Por su parte, Hugo Antrichipay recordó cómo fueron sus inicios como panadero en “La Juventud” y cómo es su trabajo actual en “La Casa del Churro”. “Yo arranqué a trabajar a los 14 años en panadería, así que llevo toda una vida como panadero”, relató. El oficio lo aprendió de la mano de un panadero de La Torinesa. Luego trabajó con González, Pedro Diez y en la actualidad con Jorge. “Trabajamos de lunes a lunes porque nosotros queremos. Empezamos a elaborar a las 8 de la mañana hasta las 12 y después de las 15 hasta las 19 horas”, precisó. Al tiempo que reveló que la clave de tantos años en este oficio es la vocación y el amor por este trabajo. “Siempre me gustó y me siento bien haciéndolo”, confió.
Su especialidad es el pan en todas sus variedades, pan de miga, pizzas y todo lo que le pidan. “Nos está yendo bien, pasamos muchas crisis y tuvimos miedo de perder el trabajo pero gracias a Dios no nos pasó”, declaró Hugo, quien lleva veinte años como panadero.
En tanto Juan Aguilar, quien hace 37 años se desempeña como repartidor, contó que “yo comencé a trabajar en 1981 en la panadería “La Juventud” con Enrique Céboli, que andaba buscando un repartidor y yo ya venía haciendo varios trabajos de ese tipo desde los 14 años”.
Aseguró que para ser buen repartidor “hay que tener carisma, uno siempre tiene que andar bien sonriente y dejar los problemas en la casa porque uno trata con clientes y al otro día hay que volver a visitarlos”.
Juan recordó que sus inicios fueron arriba de una camioneta modelo 72 y que muchas veces tuvo discusiones con los panaderos porque “el pan no llegaba como tenía que ser y los bolicheros se enojaban”.
Por último se manifestó contento por este nuevo proyecto, “estamos iniciándonos, hoy estoy entregando pedidos a veinticinco negocios y cuando recién empecé en el rubro se entregaba muchísimo más pero los tiempos cambiaron para todos”.