“Huerta y Campo” es uno de los comercios más antiguos de la ciudad y uno de los pocos que ha logrado sobrevivir al paso del tiempo. Abrió sus puertas en 1960, siendo una semillería, luego pasó a vender ollas y juguetes, y en la actualidad se dedica a los descartables. Siempre fue un negocio familiar: Betty Esther Salas, su actual dueña, comenzó a trabajar en él junto a sus padres y hoy lo hace con sus hijas. Aseguró a La Portada que la clave de su permanencia ha sido la pasión por el trabajo y el saber adaptarse a los tiempos que corren.

Betty Esther Salas, quien es oriunda de Bahía Blanca, llegó a Esquel en 1955 acompañada de sus padres. El primer tiempo se hospedaron en el Hotel Mayo, que quedaba entre las avenidas Fontana y Alvear donde hoy hay una casa de artículos para mascotas. “Era una linda época porque allí se reunía mucha gente del campo”, recordó. Ella había venido con la idea de dar clases de manualidades, para lo cual se formó, pero no encontró trabajo. Sin embargo la suerte no estaría muy lejos para ella, ya que en una visita al supermercado La Anónima halló su primera oportunidad laboral. “Me pusieron de empaquetadora pero como no sabía hacer los paquetes me echaron y me pasaron al mostrador donde estuve dos años”, contó entre risas.

En 1960 sus padres dieron los primeros pasos en el comercio con la venta de verduras y fue así que nació “Huerta y Campo” como semillería. Primero estuvo sobre la calle Mitre, frente al Hotel Vascongada, y en 1972 se mudó a la Avenida Ameghino 551, donde permanece hasta la actualidad. Durante cuarenta años se dedicaron al rubro de las semillas, luego se sumaron las ollas y los juguetes, y hoy sólo se comercializan descartables. “Fue una muy buena época, con buenos clientes como los de ahora que son un lujo porque vienen con buen humor, saben lo que quieren y tienen buen trato”, destacó Betty, quien explicó que abandonó la venta de ollas y semillas porque “la gente dejó de cocinar y de hacer quintas para pasar a comprar la comida hecha”. Por este motivo decidió incorporar los envases descartables. “Este rubro me gusta mucho por le damos variedad de modelos y calidad a los clientes; uno tuvo que ir adaptándose al momento”, aseguró.

 

Un negocio familiar

Betty hoy atiende el comercio junto a sus dos hijas Alicia y Graciela, una la ayuda en lo administrativo y la otra en la atención al público. “Son tres generaciones que vamos en el mismo camino y con muchas ganas de seguir”, destacó y contó que todavía no está en sus planes retirarse ya que siente mucha pasión por su trabajo.

Durante estos 58 años que el negocio ha estado abierto reconoció que les tocó atravesar distintas crisis económicas. “Cuando algo no anda bien es porque uno falla entonces uno trata de corregir las cosas para que esto mejore y nosotros nos fuimos adaptando a los tiempos que corren”, manifestó.

Aprendió mucho de sus padres, sobre todo la responsabilidad del trabajo y el conocer lo que se está vendiendo. “Esto se lo enseñé a mis hijas y estoy muy conforme con lo que hacemos”, subrayó. Además destacó la relación con sus clientes. “Todos son de confianza, ya saben dónde está la mercadería y ellos mismos la buscan”, dijo, y agregó que siempre les aconseja que no compren en un solo lugar, que comparen precios y calidad porque “nadie es el único”.

 

“Mi pasión es trabajar”

A Betty no se le ha cruzado por la mente dejar el negocio, si bien está a nombre de sus hijas, todavía piensa seguir al frente. Su pasión es el trabajo y aseguró que éste la mantiene activa. “Nunca me cansé, una vez tuve que ausentarme porque estuve internada por una operación de columna pero cuando salí, volví a trabajar y me puse a hacer pedidos porque había sido la caída de cenizas; eso me ayudo a reponerme más rápido”, aseguró.

“Nunca pensé en descansar, me gusta mucho el negocio y tratar con los clientes y proveedores”, agregó.

Por el momento decidieron continuar con el mismo rubro, ya que no advierten ninguna falla. No obstante reconoció que “se siente la crisis porque los clientes van comprando menos”. Con respecto a la situación del comercio en general, opinó que “muchos cierran porque no pueden mantenerlos, no les alcanza para pagar los sueldos, los alquileres son muy altos y las ventas han bajado; el momento es malo y la solución no la tiene nadie”.

Para Betty esto no es nada nuevo, está acostumbrada a superar los vaivenes económicos y a los nuevos desafíos. La prueba de ello son los 58 años que lleva su negocio en la ciudad y cómo se ha sabido reinventar con el paso del tiempo. Pasaron tres generaciones y toda con la misma pasión por el trabajo.