Salir a la calle en silla de ruedas es toda una odisea para Carlos Nieto, quien muchas veces prefiere usar las entradas de los vehículos y no las rampas por su mal estado. El sábado sufrió un accidente en 25 de Mayo y 9 de Julio. Aseguró que Esquel no es una ciudad accesible y que falta un transporte adaptado para las personas con discapacidad.

Carlos Nieto tiene 35 años, hace dieciséis años que quedó discapacitado tras sufrir un accidente y hace siete años que eligió Esquel para vivir. Antes de salir a la calle planifica cómo va a ser su recorrido, que no puede ser improvisado bajo ningún punto de vista por la cantidad de obstáculos que presenta la ciudad. La falta de rampas es uno de ellos como también su mal estado. El transporte público es otro, ya que ninguna unidad está adaptada para transportar discapacitados así que hoy depende de la buena voluntad de los choferes de remises y taxis. Sin embargo el traslado por el centro lo hace en sillas de ruedas y aseguró a La Portada que “no es nada fácil”.

Relató en este sentido que “hay rampas con escalones, rampas con rampas y cuadras con una rampa en una esquina y ninguna en la otra, lo que te obliga a dar toda la vuelta o a pedir ayuda”. Pero reconoció que eso lo molesta porque quiere ser independiente.

Como ejemplo del calvario que vive día a día al salir a la calle, Carlos contó que para ir desde SEROS a una farmacia, que queda a dos cuadras, tiene que hacer cuatro ya que le resulta imposible subir las rampas que están en la avenida Ameghino. “Siempre tengo que hacer el doble de esfuerzo para cada cosa”, aseguró.

También indicó que muchas veces utiliza las salidas de los vehículos porque están mejor a comparación de las rampas de discapacitados.

“Me sentí insignificante”

Uno de los momentos más angustiantes que le tocó vivir a Carlos en estos últimos días fue la caída que sufrió el sábado pasado al mediodía tras intentar bajar por la rampa que da a la calle 25 de Mayo, en intersección con 9 de Julio. “Bajé confiado, frenando, pero de golpe se me trabaron las ruedas de la silla y caí para adelante”, relató indignado.

Si bien aclaró que no llegó a caer del todo porque una vecina lo alcanzó a sujetar, indicó que quedó con las manos en el agua. “Prácticamente hay un arroyo en esa rampa, que no se alcanza a ver si está rota ni nada. Yo siempre tomé la otra, pero como iba apurado y no podía andar eligiendo por dónde ir, agarré por ahí”, precisó.

“Me hizo sentir insignificante porque uno ya depende de otros para algunas cosas y tener que pedir ayuda para que te levanten es incómodo”, agregó.

Sin transporte público

Carlos señaló que otro de los reclamos continuos es la falta de un transporte público adaptado para el traslado de personas discapacitadas. “No nos queda más que recurrir a los remises o taxis y apelar a la buena voluntad de los choferes”, expresó.

Por último, destacó que desde el Consejo Municipal de Discapacidad se han cansado de presentar estos reclamos sin obtener repuesta alguna.