Con esta misión llegó, hace 51 años a nuestro país, la Hermana Dolores quien dedicó todo su tiempo a la promoción de las familias más humildes del Barrio Ceferino. Asegura que es necesario adaptarse a los tiempos modernos “para no quedarse atrás” y que “es muy importante el testimonio de vida”. Abogó, también, por la “conversión personal”.

Suele decirse que la mejor manera de predicar es con el ejemplo y siempre se destaca el trabajo social que se realiza entre quienes forman parte de los sectores más vulnerables de la sociedad. En ocasiones realizar esta labor implica dejar de lado la vida mundana y dedicar todos los esfuerzos a brindar apoyo, contención y conocimientos a las personas que los necesitan forjando así familias cuyos integrantes- tiempo después –comenzarán a valerse por sí mismos. Este es el caso de la Hermana Dolores (86) quien llegó a nuestro país desde su España natal hace 51 años y forma parte de la Congregación Misioneras Franciscanas de María que centró su labor en el barrio Ceferino de nuestra ciudad. En esta entrevista con La Portada repasa su trabajo social que sin dudas ha marcado la vida de muchas familias esquelenses.

La Portada: ¿Por qué decidió dedicar su vida a la religión?

Hermana Dolores: Es un llamado de Dios que se da internamente y el espíritu nos hace avanzar en esta vida de religión.

L.P: ¿Cuántos años tenía al momento de tomar la decisión?

H.D: Tenia 22 años. Mi familia estaba de acuerdo, pero siempre duele la salida de un hijo. Éramos muchos hermanos y yo era la del medio. A pesar de todo uno tomó la fuerza con ayuda de Dios.

  1. P: ¿Cuáles fueron los trabajos sociales que realizó?
  2. D: En un principio nuestra religión tiene un tiempo de experiencia, de conocimiento de la vida religiosa, de las costumbres y decisiones. Nuestra congregación de Misioneras Franciscanas de María es internacional. Después de mi noviciado y compromiso me enviaron a Argentina. En 1967 llegamos con el primer grupo a Esquel. Nuestra misión específica – en ese momento – era la promoción de la familia en los barrios más carenciados. Vimos que en el barrio Ceferino se vivía bastante pobremente y por ello nos dedicamos allí a la promoción de la familia. Al principio hicimos algunas visitas para conocer las necesidades y luego se comenzó a construir el Centro Comunitario. Se daba la copa de leche a los chicos y después había un comedor para las personas mayores en situación de calle. Luego comenzaron a dictarse los talleres de tejido y corte y confección. También se brindó apoyo en la terminación de los estudios porque mucha gente no había tenido la oportunidad de finalizar sus estudios primarios. Las clases se dictaban en el Centro Comunitario ayudadas por voluntarias quienes eran maestras incluso ya jubiladas. Con esto se comenzó a superar la situación económica porque una vez que la persona tiene estudios puede defenderse con mayor facilidad.

L.P: ¿Cuál es la parte más compleja de ayudar al prójimo?

  1. D: La gente se deja ayudar, pero si cuesta encontrar colaboradores cuando hay una necesidad. Actualmente hay una resistencia dependiendo de cuál es la clase de persona necesitada. Esto se da con las personas que están detenidas por algún motivo.

L.P: ¿El trabajo realizado se dio en el marco de la labor de Cáritas?

H.D: Cuando nosotras comenzamos no estaba formada específicamente Cáritas y hacíamos las cosas que después se adaptaron a Cáritas y cuando se organizó sí ya estábamos conectadas.

L.P: ¿Cuánto siente que ha cambiado la situación social?

H.D: Se cambió muchísimo especialmente en relación a las viviendas y también a nivel sociedad porque antes no tenían ni gas ni agua. Además la persona, al tener su educación y formación, busca el medio de subsistir, de mejorar y de educar a sus hijos.

L.P: ¿El problema actual es entonces la falta de empleo?

  1. D: Si, pero esto es general. Y a pesar de eso las personas buscan hacer changuitas para ir superando su situación de vida.

L.P: ¿Considera que la Iglesia debe ocuparse de problemáticas sociales que el Estado no atiende?

H.D: Algunas cosas aunque en general están bastante cubierto. Las cosas que faltan se procuran obtener a través de las familias que colaboran.

  1. P: ¿Qué lugar tiene, en una sociedad tan acelerada, la fe?

H.D: Hay que seguir porque uno no se puede quedar atrás. Todo ese cambio se da en la Iglesia desde hace un tiempo. Nosotras antes estábamos en los Hospitales o Colegios. Y cuando eso comenzó a liberarse llegamos al interior en comunidades mucho más chicas.

L.P: ¿Cuál es el rol de los jóvenes en el fortalecimiento de la fe?

H.D: Es un poco difícil porque hay grupos de jóvenes, pero no muchos. El compromiso en la fe está muy flojo, pero no depende sólo de los jóvenes. Los adultos si no damos el ejemplo o si la familia no práctica el joven puede interrogar a los padres. Siempre es muy importante el testimonio de vida porque – como se dice – las palabras vuelan. Hay que acompañar y visitar a los jóvenes.

L.P: ¿Qué mensaje dejaría a los vecinos de Esquel?

H.D: Les diría que, en este inicio de Cuaresma, nos acerquemos a la práctica de la vida religiosa y a las obras de misericordia porque nada se consigue con justificaciones. Hay que ofrecer nuestras vidas con el ejemplo y la ayuda a los más necesitados. También es necesaria la conversión personal examinando cómo va mi vida.