Perder el empleo es, sin dudas, una de las situaciones más complejas que puede atravesar una persona especialmente si de ese ingreso depende la subsistencia del grupo familiar.
En los últimos días pudimos observar la preocupación de los trabajadores de poda y releo quienes solicitaban a las autoridades – incluidos los miembros del Concejo Deliberante – su continuidad laboral. También desde el comercio se produjeron despidos como parte de la reducción de personal y en el Frigorífico Esquel la incertidumbre de los trabajadores crece con el paso de los días. Y estos son sólo algunos ejemplos que marcan la difícil realidad que vive Esquel en materia laboral, pero que no es ajena al contexto provincial y nacional.
Los despidos y la precariedad laboral se convirtieron en el “fantasma” que persigue a cada trabajador desde hace ya tiempo y que lejos de tener una solución tiende a complejizarme aún más. En este sentido transcurre la discusión sobre la posible aprobación e implementación de la Reforma Laboral que a decir de los dirigentes sindicales beneficiará a las patronales y “pondrá de rodillas a los trabajadores”.
Como parte de quienes perdieron su fuente laboral, por irresponsabilidad y desaprensión de “pseudos” empresarios periodísticos, podemos dar fe de cuán difícil y doloroso es no contar con el empleo formal que supimos tener. Y a este proceso se enfrentan hoy miles de trabajadores en todo el país a muy pocas semanas de celebrar las Fiestas de Fin de Año poniendo en evidencia “la suma de todos nuestros temores”. Perder el empleo no sólo significa dejar de contar con ingresos, sino también la incertidumbre de poder volver al mercado laboral en un contexto poco propicio para ello. A esos “temores” debe sumarse lo que implica para cada entorno familiar ya no contar con el dinero que sostenía el hogar. Algunos podrán encontrar alternativas, pero lo cierto y real es la necesidad de contar con políticas que incluyan a los trabajadores otorgándoles algo que nunca deben perder: su dignidad y el derecho al trabajo.
