Juan Luis Cebrián,  en su libro el  ‘El Fundamentalismo Democrático’, sostiene que un fundamentalista es todo aquel que entiende que existe una única manera de ser, y una única manera de hacer para una única manera de pensar. Es alguien que se basa siempre en certezas, sean estas científicas o ideológicas, alguien que tiene una concepción cerrada del mundo, una perspectiva única de la convivencia, y al que alienta un impulso apostólico tendiente a difundir la verdad de la que es poseedor.-

La derecha argentina organizada en Juntos por el Cambio, ha demostrado que una elección puede ganarse con una minoría sólida de devotos, siempre que exista un direccionamiento eficaz de la gestión del miedo, construyendo un enemigo a quién adjudicarles las consecuencias de todos los males imaginables, y a partir de allí –una vez ganada la elección- replegarse nuevamente sobre el núcleo duro para gobernar. Pero también ha quedado en evidencia que esa estrategia de construcción política no funciona a largo plazo, cuando la realidad económica del país es calamitosa y el nivel de vida de los argentinos se precariza al mismo ritmo que las fortunas de funcionarios y amigos del poder aumenta.-

Mauricio Macri ha construido su relato político haciendo eje en la dicotomía concebida en la génesis de la Argentina: civilización vs barbarie. Cuidadosamente, las usinas de producción de ‘sentido común’ PRO (intelectuales, periodistas, ‘trolls’, asesores de comunicación, Jaime Durán Barba, etc) han elaborado un discurso compacto, en el que los conceptos de república, democracia  y civilización están atribuidos exclusivamente a aquellos que comulgan con las ideas y valores de cambiemos. Todo atisbo de disidencia, de oposición o de adhesión a corrientes filosóficas o ideológicas ajenas a las del gobierno son inmediatamente tachadas de totalitarias, nazis, dictatoriales: de barbarie.

Este mecanismo estigmatizante y autoritario estuvo presente desde la constitución misma del macrismo, pero se potenció e intensificó en procesos electorales con éxito, hasta ahora. Este año comenzó con el discurso dado por el Sr. Presidente en la apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso de la Nación, alcanzando su punto culmine en la conferencia de prensa brindada el pasado lunes 12 de agosto por Mauricio Macri, cuando sin reparos y sin ruborizarse descargó su furia contra el electorado argentino, achacándole la responsabilidad de la calamitosa situación económica en desarrollo por haber votado mayoritariamente a la barbarie: a la oposición.

No hubo indicio de reacción autocrítica –ni siquiera por oportunismo electoral-  ni mucho menos consideró la posibilidad de que algo pudo haber tenido que ver su política económica de desregulación del mercado financiero, tomada a contramano de la adoptada por todas las potencias económicas mundiales y ejecutada por un ministro cuya única virtud fue haber bebido whisky en un programa televisivo. Para él, nada tuvo que ver la destrucción del ingreso de una abrumadora mayoría de argentinos. No, la fenomenal derrota electoral –según la visión del Presidente- es la consecuencia de un Pueblo bárbaro que no ha sabido comprender la cruzada civilzante de una elite política que repele todo aquello que tenga olor a pueblo, a popular.-

Juntos por el Cambio, lejos de ser los adalides de la república, representan  un espacio político que desde las más altas esferas de dirección, pregonan el pensamiento único, el fanatismo de sus ideas corporizado en una serie de prejuicios, valores y prácticas, que son replicadas por funcionarios de variados niveles como autónomas carentes de todo juicio. Tenemos nuestro ejemplo local: el Intendente Ongarato no vaciló en comparar la acción política de una joven peronista con el nazismo, movimiento dictatorial responsable de uno de los más monstruosos genocidios perpetrados en la historia de la humanidad que se llevó millones de vidas, sin mencionar la atrocidad de la tortura, segregación o experimentación sobre humanos. ¿Qué hizo la militante? Coreó un cántico partidario junto con jóvenes que asisten a la sede vecinal en busca de algún tipo de contención ante los estragos que una economía orientada al servicio de la especulación financiera está ocasionando en las familias. Dicho sea de paso, política de hambre defendida públicamente por Sergio Ongarato. La desmesura de la comparación es evidente para cualquiera que tenga el hábito de la reflexión, independientemente del posicionamiento que adoptemos al respecto.

En resumidas cuentas, el Gobierno Nacional ha recibido una paliza electoral impensada, demostrando que la realidad dura que subyace bajo el relato erigido desde los medios hegemónicos socios del poder es acuciante, y se ha manifestado violentamente, dando una feroz bofetada a un gobierno elitista que no muestra reacción y que ha optado por profundizar la estrategia del miedo como instrumento para pretender torcer un resultado que parece definitivo.-

Con este objetivo, se mantuvo inerte ante la tremenda alza del valor de la divisa estadounidense, generando una devaluación de más del 25% sobre el peso que tendrá impacto directo en el bolsillo de los más vulnerables, pretendiendo a partir del descalabro económico autogenerado reactivar los temores de una catástrofe aun mayor ante la posibilidad de un cambio de gobierno.

Insulta la inteligencia del votante, que ya no cree en el relato presidencial ni en promeses de futuros promisorios. Macri, desorientado, mostró la peor versión de sí mismo, la más impiadosa, la más brutal: atacó aún más el bolsillo de los argentinos en aras de lograr un mejor posicionamiento electoral de cara a octubre. Eso sí, y esto es importante resaltarlo, con el abrupto aumento del dólar, la fortuna de Macri y sus ministros aumentó en millones en cuestión de unas pocas horas, pues ellos, el ‘mejor equipo de los últimos cincuenta años’, tienen sus activos en dólares, ya sea en el país o fuera de él.-

Al decir de Cebrián, la historia de los pueblos no se construye como una película del Oeste, entre buenos y malos, indios y vaqueros, aunque ése sea precisamente el guión que satisface a los fundamentalistas. Las democracias son algo más sutil, complejo y humano que unas cuantas recetas que se aplican de forma mecanicista. Es esta la causa del desconcierto oficialista ante el resultado electoral: basado en experiencias previas, pensó que bastaba con exacerbar los odios y prejuicios de clase sin poder comprender que el feroz ataque al poder adquisitivo de los argentinos se pagaría en las urnas.-

En estas últimas elecciones, el Pueblo le ha puesto fin al proyecto político del macrismo, por lo menos por ahora. No está dispuesto a tolerar cuatro años más de un gobierno que enriquezca a los ricos a costa de la pobreza de la mayoría de la población. El desafío para la nueva fuerza política que ha de gobernar los destinos del país, es restaurar la convivencia democrática basada en la aceptación de las diferencias ideológicas. Es elaborar un plan de gobierno cuyo eje sea el pueblo trabajador y los sectores sociales más vulnerables. Es reorientar la economía, colocándola al servicio del desarrollo humano y el bienestar general y no al del capital apátrida, especuladores, buitres y saqueadores. En definitiva: elaborar un plan de gobierno que priorice a los sectores populares, sosteniendo las banderas de la soberanía política, económica y cultural.-

Y lo más importante, el rol del Pueblo Argentino: será el de dejar de ser un espectador de lujo que vota cada dos años para tomar en sus manos el destino de la Patria, y estar movilizado para marcarle el rumbo al gobierno cada vez que se desvíe de su fin último, que es proveer lo conducente al desarrollo humano y al progreso económico con justicia social.-

La sociedad argentina no necesita más fundamentalistas, sino dirigentes renovados, comprometidos con la libertad, la justicia social y al servicio de la soberanía popular.-