Mariela y Jorge son dos jóvenes esquelenses y amigos que llevan ocho meses viajando por América Latina. Comenzó como un sueño entre dos amigos con un proyecto en común: abrir sus corazones hacia los demás, compartir experiencias y ayudar a quienes lo necesiten. Con sólo una mochila en la espalda, ya llevan recorridos más de 23 mil kilómetros entre ocho países y más de 63 ciudades visitadas. Hoy se encuentran en México, su regreso a la ciudad está cerca, y aseguran que desde lejos han aprendido a apreciar más su país y su familia.
“Corazón Aventurero” nació como un proyecto de vida entre dos amigos esquelenses como Mariela Garayo y Jorge Colinecul, quienes se conocen hace once años, trabajan junto en la Municipalidad, y decidieron después de haberse recibido de la Universidad, uno en 2015 y el otro en 2016, emprender un viaje por América Latina durante un año.
La idea los entusiasmó a ambos y les llevó ocho meses proyectar esta aventura. Tuvieron que vender objetos personales para reunir dinero, preparar a sus familias y amigos, tramitar las licencias en su trabajo para no perderlo y diagramar la hoja de ruta. “Con Mariela veníamos haciendo un trabajo interno porque no sólo compartíamos la facultad y éramos amigos sino que también bailamos salsa y hacemos yoga, así que nuestros caminos venían de la mano en cuanto a una evolución personal”, destacó Jorge a La Portada.
Por eso no los sorprendió que en la primera reunión que tuvieron para conversar sobre el viaje, coincidieran rápidamente sobre cuál sería el motivo y su esencia: ambos ansiaban salir a compartir, con un perfil de voluntariado, y conocer diferentes lugares y gente con el fin de intercambiar experiencias. “En ese momento sentimos que nuestros corazones latían muy fuerte”, confió. Y así fue como el 18 de mayo de 2017 inició Corazón Aventurero.
Empezar a cumplir el sueño
Con una mochila sobre sus espaldas, liviana desde lo físico y espiritual, Mariela y Jorge se dirigieron hacia su primer destino: Salta. Allí recorrieron Cafayate, Cachi y alrededores. Luego fueron a Jujuy, donde entre otros lugares estuvieron en Purmamarca y Humahuaca, lugar en el que tuvieron su primera experiencia como voluntarios en un pueblo llamado “Hornaditas” y que es habitado por una comunidad originaria compuesta por 45 familias. Allí fueron recibidos por una familia con la cual compartieron el día a día y las tareas de campo: clasificaron las papas, cosecharon maíz e hicieron adobe y pan casero. “Fue una experiencia muy significativa para los dos porque habíamos salido de Esquel pero cada vez estábamos más cerca de nuestros orígenes y de lo que nos contaban nuestros abuelos”, relató Mariela. Al tiempo que Jorge subrayó que “se empezaba a cumplir el sueño de comenzar a compartir y ayudar”.
Continuaron rumbo a Bolivia, donde visitaron Salar de Uyuni, Potosí, Bolivia, Copacabana, y Tiahuanaco, donde llegaron el 21 de junio, cuando se celebraba el nuevo año solar. “La espera de la salida del sol fue algo maravilloso porque se vivió una energía increíble”, describió Jorge, quien contó que tuvieron que aguardarla de pie con -15°C.
Seguir viaje
Antes de iniciar esta aventura, el primer sueño de Mariela y Jorge había sido conocer Machu Picchu, en Perú, así que haberlo concretado los llenó de emoción y alegría. “Fuimos sin expectativas así que fue increíble caminar juntos, ver todas esas ruinas y encontrarnos con el Machu Picchu, porque cuando vimos la Puerta del Sol no lo podíamos creer. Lloramos, nos abrazamos y sentimos una energía increíble”, relató Mariela. Mientras que Jorge agregó que también bailaron como tratan de hacerlo en cada lugar que visitan.
Decidieron quedarse tres meses en Perú donde visitaron Huaraz y se hospedaron en un convento junto a dos monjas. Allí trabajaron en un jardín maternal donde asistían niños de 1 a 4 años. “Vivimos con ellas dos meses y medio, en ese tiempo compartimos muchas vivencias e hicimos cosas fuera de nuestra profesión”, contó Mariela, quien asegura que cuesta seguir viaje después de haberse encariñado con las personas que les abren su corazón. Pero tuvieron que hacerlo y así llegaron a Ecuador, donde se tomaron un mes para recorrerlo, y luego fueron a Cali, Colombia, conocida como la capital de la salsa. Allí no sólo pusieron en práctica sus conocimientos sobre este ritmo sino que también realizaron su tercer voluntariado en la casa de una familia. Luego continuó Salento, Medellín y Bogotá, donde Mariela pudo combinar su pasión con el deporte y ayudar al participar de una carrera de 12 kilómetros a beneficio de unos niños.
También visitaron Santa Marta y Cartagenas de Indias, desde donde se tomaron un avión hasta Panamá y pasaron Navidad junto a otro esquelense, Bruno Caneo, y una trevelinense, Clara Cerda, quienes también se encuentran viajando y viven de la música.
“Pasamos una linda fiesta pero diferente porque uno está lejos de la familia”, confió Mariela, quien después de una semana volaría junto a Jorge hacia San José de Costa Rica donde fueron recibidos cálidamente por una familia y pudieron descansar. Tras recargar pilas, emprendieron viaje a Playa del Carmen, México, donde hoy se encuentran trabajando en un hostel y planean estar por mucho tiempo.
La vuelta, más cerca
Jorge reconoció que “la vuelta cada vez está más cerca, pero aún nos faltan lugares por recorrer”. Si bien señaló que tienen planificado el regreso para dentro de unos meses, no quiso precisar ninguna fecha para mantener la sorpresa en sus familiares. Asimismo destacó que a medida que están más lejos, se aprecia y valora más al país y la familia. “La base de este viaje fueron los principios y valores que adquirimos de nuestros padres porque cuanto más lejos estás, más volves a las raíces”, aseguró Jorge, quien agregó que “uno salió a ayudar y también se termina ayudando a uno mismo”.
También agradeció las herramientas que les brindó su profesora de Yoga, Cristina Badiola, y que los habilitaron a salir con fe, amor y alegría. “El nombre de nuestra página de Facebook es Corazón Aventurero porque teníamos corazones aventureros que querían salir a compartir, y hablamos de “amor, amistad y coraje porque es lo que sentimos todos los días en nuestro viaje”, finalizó.