A los 44 años comenzó a correr para ser una mamá activa y lo que empezó como un deporte terminó siendo su pasión. Participó en todo tipo de carreras de atletismo y ciclismo donde siempre consiguió primeros puestos. Compitió en Australia, Bolivia y Uruguay. Hoy tiene el mejor tiempo en su categoría en la Medio Maraton al Paraíso. En 2013 una lesión la marginó de las pistas pero emprendió otra aventura: la montaña. Su mayor logro fue hacer cumbre en el Aconcagua con 69 años y sueña con escalar el Lanin.
Beatriz Baldebenito de Moncá es el claro ejemplo de que todo es posible si uno se lo propone. Su constancia, esfuerzo, tesón y voluntad la ayudaron a superar cada desafío que se propuso. Su infancia no fue fácil, según recuerda, y tuvo que empezar a trabajar de muy joven para mantener a su familia. “El deporte me ayudó mucho a olvidar la tristeza de la infancia”, confiesa.
Betty, quien está casada con Quique Moncá, fueron padres después de los 40 años. Ella durante mucho tiempo trabajó en una peluquería reconocida de la ciudad donde escuchaba a las señoras muy decaídas. “Yo no quería eso para mi hijo, yo quería estar bien así que decidí empezar a correr”, relata.
Un día escuchó una propaganda de una carrera de ciclismo y atletismo en Trevelin así que no dudó en inscribirse. “Hasta ese momento yo no había hecho nada de nada, la bicicleta la manejaba bastante bien pero el atletismo no, así que empecé a salir en mi barrio. Primero corrí una cuadra y me ardió mucho el pecho; fue toda una historia. Pero seguí insistiendo y empecé a dar vueltas a la manzana. Después me marcaron un circuito de 7 kilómetros y fui haciéndolo de a poco hasta que lo logré”, expresa.
Fue su primera carrera y le fue bien. Allí descubrió que esa era su pasión. “Sentí un cansancio distinto y una satisfacción inexplicable así que empecé a anotarme en todas las carreras que podía. Más de una vez me pregunté qué estaba haciendo porque la montaña es muy exigente tanto en atletismo como en ciclismo pero nunca abandoné ninguna carrera”, destaca.
Betty se declara “muy inquieta” y tiene muchas anécdotas que lo demuestran. En enero de este año se fue con un grupo de amigos a buscar la laguna “Tres colores” detrás del Cerro 21. “Anduvimos quince horas y llegamos a la medianoche. Nos estaba esperando toda la familia que se había preocupado porque no aparecíamos. Habíamos agarrado mal un sendero y nos perdimos”, cuenta entre risas.
“Me cambió la vida”
Betty está por cumplir 73 años y asegura que el deporte le cambió la vida. “La naturaleza es muy buena para el organismo”, resalta.
Compitió en todo tipo de carreras de atletismo y ciclismo tanto a nivel local como nacional. Hoy conserva la mejor marca en la Medio Maratón al Paraíso que es 1 hora 38 minutos 30 segundos con 64 años. Viajó a Tucumán, Córdoba, Bahía Blanca, Bariloche, Neuquén y Mendoza. “Siempre traje primeros puestos”, sostiene con orgullo. También participó en competencias internacionales en Australia en 2001, Bolivia en 2002 y Uruguay en 2004.
“Una vez me tocó una carrera en Bariloche donde me cambiaron el horario pero no me enteré. Yo estaba caminando por el centro cuando me crucé con un chico conocido que me preguntó si no iba a correr porque estaban por hacerlo. Cuando llegué ya habían largado, así que la gente me acompañó a la largada y salí sola”, indica.
Betty recuerda que tenía que dar cuatro vueltas. “Empecé a arrimarme de a poco, me llevaban una cuadra de distancia y en la primera vuelta me puse atrás de ellos. En la segunda vuelta empecé a puntear, en la tercera ya iba sola y llegué media cuadra antes. Me aplaudieron un montón y fue muy emocionante”, manifiesta.
En la cima
En 2013 una lesión en su hombro la obligó a dejar las carreras de atletismo y ciclismo por recomendación de los médicos. Pero no el deporte. Su espíritu inquieto y de superación la llevó a emprender un nuevo desafío: la montaña. En Esquel escaló el Cerro 21, el Nahuelpan y el Dedal, entre muchos otros. Su mayor hazaña fue haber hecho cumbre en el Aconcagua con 64 años. Fue la primera argentina en hacerlo a esa edad. Alcanzó los 6.962 metros de la montaña más alta del hemisferio Occidental.
De esa expedición también participaron dos italianos, un canadiense y un isarelí. La aventura comenzó el 24 de enero de 2011 y finalizó el 2 de febrero. “Me preparé sola durante diez meses con un programa de entrenamiento. Salía de mi casa e iba hasta La Hoya con una mochila especial que le ponía azúcar para hacer peso”, indica Betty.
“Estuvimos una semana en Plaza de Mula para aclimatarnos. Nunca noté nada raro hasta el último día que salimos como a las 5 de la mañana y llegué a la cumbre a las 16 horas. La última parte fue muy exigente y había que hacer pasos chiquitos. Mis compañeros llegaron a las 15.30 horas así que me alentaban para que llegara. Yo todo el tiempo pensaba en subir, nunca sentí que no daba más y fue muy emocionante llegar a la cima”, recuerda con mucha satisfacción. Fueron trece días en la montaña.
También hizo el Cruce de Los Andes y le gustaría subir a la montaña donde cayó el avión uruguayo, conocida como el “Glaciar de las lágrimas”. Sin embargo su próximo desafío ya tiene nombre: el Volcán Lanin. Sólo espera juntar el dinero suficiente para hacerlo posible. “No sé si no es más complicado que el Aconcagua por la subida, no por la altura, y hay precipicios en los dos lados”, comenta.
Betty es un ejemplo tanto para los jóvenes como los mayores. En la actualidad tiene un grupo de amigas jubiladas con las que sale todos los martes y jueves a caminar. “Nunca es tarde para hacer deporte, yo no había hecho nunca nada y me cambió la vida porque me ayudó a vivir bien, a no estar enferma en la cama o con dolores de cabeza. Hoy como bien, me cuido y me controlo. Se lo recomiendo a las mujeres, para que no se dejen estar, y no estoy arrepentida de haberlo hecho a mi edad. Arranqué en la época justa porque me ayudó a criar a mi hijo”, finaliza.
