Por Florencia Aversa
Como cada año, la Organización Mundial del Turismo (OMT) nos ha propuesto reflexionar en torno a un lema. El de este año ha sido “el turismo sostenible como herramienta para el desarrollo”. Es así que en su mensaje del 27 de septiembre, Día Mundial del Turismo, el Secretario General de la OMT Taleb Rifai nos interpela: ¿Qué podemos hacer para que esta poderosa fuerza de transformación, contribuya a hacer de este mundo un lugar mejor? Y nos señala que el turismo ha de contribuir al desarrollo sostenible en sus 5 pilares:
– el económico, generando un crecimiento inclusivo;
– el social, creando empleos decentes y empoderando a las comunidades;
– el ambiental, conservando y enriqueciendo el medio ambiente y luchando contra el cambio climático;
– el cultural, celebrando y preservando la diversidad, la identidad y la cultura material e inmaterial; y
– el de la paz, un requisito esencial para el desarrollo y el progreso.
Con el lema y los pilares en mente, quienes organizamos las jornadas de celebración del Día Mundial del Turismo, nos propusimos diseñar una programación que propiciara ámbitos para realizar este ejercicio reflexivo. A poco de comenzar, nos dimos cuenta que algunos pilares eran “más fáciles” que otros y que, por otro lado, un hecho como la declaración del Parque Nacional Los Alerces como sitio de Patrimonio Mundial por la UNESCO era un hecho tan fundamental para el turismo local y regional que prácticamente nos sentimos impulsados a centrar la celebración en este hito. Y así lo hicimos.
Habiendo transcurrido ya una semana desde las celebraciones, aun puedo percibir los ecos de los discursos, las presentaciones y las discusiones. Todos de carácter propositivo y con una perspectiva optimista. En lo personal, creo que tenemos frente a nosotros un enorme desafío sectorial, el de que este hito se transforme en una herramienta que contribuya efectivamente al desarrollo. Esa es la mirada del vaso medio lleno. Sin embargo, cuando pienso en la dificultad que hemos tenido para completar todos estos pilares, me asalta la mirada del vaso medio vacío y encuentro que seguimos teniendo varias asignaturas pendientes para que el turismo sea en nuestra región una verdadera herramienta transformadora.
Los últimos informes de la OMT indican que el turismo es hoy el tercer sector de exportación del mundo, después de los productos químicos y los combustibles. El año pasado, 1.235 millones de viajeros se desplazaron de un país a otro. Para 2030, esos 1.235 millones se convertirán en 1.800 millones. Es decir, habrá millones de viajeros ávidos de conocer nuevos destinos. Mirarán un mapa, el de Sitios de Patrimonio Mundial, en el que hasta hace unos meses no estábamos y ahora sí. Tenemos un aeropuerto que cuenta con infraestructura nueva en pista, plataforma e instrumentos y que pronto incorporará una moderna y funcional aeroestación.
He allí oportunidades y he allí también retos: estar a la altura, “completar” todos los pilares, formulando políticas públicas centradas en la planificación regional, en el desarrollo con inclusión, en la mejora en la calidad de los servicios, la educación y en la capacitación, entre otros.
No partimos de cero. Hace algunos años, localmente, detectamos que los visitantes tenían una alta valoración del estado de conservación de nuestros recursos naturales y percibían ya, no sólo la “calidez patagónica”, sino una alta conciencia ambiental por parte la comunidad anfitriona. Entendimos que estos eran activos resultados de dos ejes estratégicos de trabajo a nivel municipal: el cuidado del ambiente – muy visible para el turista a través de la separación de residuos en origen – y la educación, a través de campañas en el marco del programa “Esquel ciudad que educa”. Nos propusimos entonces poner en valor, gestionar y comunicar estos activos y adoptamos “Esquel cuida tu naturaleza” como frase de posicionamiento para el destino. También sabíamos que al comunicarlo estábamos asumiendo un compromiso, una promesa que debíamos cumplir para lo cual planificamos y ejecutamos acciones concretas de educación, capacitación y sensibilización.
A la luz de los nuevos desafíos, creo que las políticas públicas no deberían apartarse de este camino. De hecho considero que debemos profundizarlas, compartirlas y enriquecerlas entre todos los actores sectoriales a nivel regional.
La transversalidad de la actividad es indiscutible y, en ese sentido, mediante programas en los que convergen recursos nacionales, provinciales y municipales, seguimos incorporando actores, en este caso, del sector productivo, cumpliendo así con el doble propósito de agregar valor y diversificar la oferta.
Estoy convencida de que siguiendo estos pasos nos aproximaremos cada vez más a nuestro ideal de hacer del turismo sostenible una herramienta para el desarrollo, cuidando nuestra “casa común” tal como lo expresa el Papa Francisco y en sintonía con el paradigma del “Buen Vivir” de las comunidades originarias de nuestro continente.