Otto Beer se convirtió en un icónico bar cultural en Esquel, pero cerró sus puertas definitivamente, víctima de la profunda crisis económica que atraviesa Argentina. Carlos Cretton, propietario del emprendimiento, compartió con dolor, las causas que llevaron a bajar la persiana después de siete años de actividad.
En contacto con La Portada, señaló que el cierre no fue sorpresivo, sino el resultado de un proceso inevitable que venían anticipando, exacerbado por la caída del poder adquisitivo de sus clientes y el aumento desmesurado de los costos operativos. A esta altura, ni la cercanía de la temporada de tulipanes implica una expectativa de mejora concreta.
“Es un proceso que ya veíamos venir”, confesó Cretton. “Nos llenamos de deudas. El poder adquisitivo de la gente bajó mucho y la cantidad de clientes disminuyó. El que venía a cenar no se quedaba a tomar, el que venía a tomar algo no venía a comer. Esto rompió las ventas y mantener una estructura como esta, con el crecimiento exponencial de los servicios, se volvió insostenible. Por ejemplo, el gas de un mes a otro pasó a valer un 1000% más. No puedo trasladar ese aumento a los clientes”, explicó.
El incremento de los costos básicos fue abrumador. “Desde diciembre para acá fue un cambio económico demasiado fuerte. Los precios de los insumos subieron desproporcionadamente. Pasamos de pagar en diciembre un kilo de carne picada a 1.900 pesos, a 6.000. Una bolsa de papas está a más de 18 mil pesos”, detalló, visiblemente afectado.
La crisis económica se agudizó por problemas locales que los dejaron sin poder ofrecer shows musicales en vivo en el último tiempo. “Hubo un juicio por ruidos molestos que ganamos, pero el vecino del hotel de al lado seguía haciendo denuncias. Hicieron 10 inspecciones y nunca dieron positivo. Aun así, hablaron con el propietario para que no podamos hacer eventos, que era uno de los atractivos principales del bar. Acatamos porque era la condición para seguir alquilando”, relató.
El combo se completó con la falta de apoyo institucional que Cretton aseguró haber sentido: “Hay impedimentos e inspecciones constantes a nosotros y a Raíces”. “Hay alguien ensañado con nosotros, les molesta que la gente de la popu asome la cabeza. Pero siempre tuvimos una persecución bastante importante del sector municipal para impedirnos hacer cosas, eso te desgasta mucho”, enfatizó.
La situación se volvió insostenible cuando la Cooperativa 16 de Octubre cortó el suministro de luz al local, el pasado martes 27 de agosto. “Pedí que nos habilitaran por cuatro días, pero no accedieron. No pude despedirme de la gente como quería”, relató, lamentando no haber podido ofrecer un cierre como hubiese deseado a este proyecto al que dedicó tanto esfuerzo y pasión.
Un bar cultural
Otto Beer fue más que un simple bar; se convirtió en un espacio cultural vital para Esquel. “Después de la desaparición del Bodegón, no había ningún otro lugar donde se pudiera hacer eso. Tuvimos presentaciones de libros, gente del arte de todas las ramas, y músicos de todos los estilos. Brindamos oportunidades a los grupos que tenían menos posibilidades en otros lugares. Invertimos en Esquel, retomamos la posta del Bodegón y brindamos a la gente un espacio para la cultura”, expresó orgulloso.
El impacto del cierre se extiende más allá de lo económico, afectando directamente a la comunidad cultural de Esquel. “Quedaron muchos profesores sin salón, especialmente la gente del folclore, que lo utilizaba para sus actividades. Es un sabor amargo tener que cerrar, pero también nos vamos con la alegría de haber aportado culturalmente a Esquel”, reflexionó.
A pesar del cierre, Cretton no descarta la posibilidad de retomar algún proyecto similar en el futuro, aunque reconoce que las dificultades actuales son significativas. “Tengo muchas ideas, lo que no tengo es plata. Esquel da para mucho más, pero tiene que haber un compromiso del municipio y de la Cámara de Comercio para apoyar estas actividades. No se puede solo hablar de turismo y hacer todo lo posible para que no venga”, criticó.
Sobre la CAMOCH, consideró que “digan lo que digan, hagan lo que hagan y se enojen con quien se enojen, está manejada por dos o tres personas y son siempre los mismos, por más que no estén presencialmente siguen manejando igual”. Agregó que se sintió “muy usado” en la época de la pandemia “cada vez que hubo que hablar, hacer una nota, dar la cara y pelearse con la política”.
Recordó que el protocolo para los gastronómicos se elaboró en Otto Beer y luego se expandió al resto de los locales. “Después me sentí bastante abandonado por parte de la Cámara”, lamentó.
Finalmente, el comerciante destacó el impacto que el cierre tendrá en sus empleados, cinco familias que dependían de este bar para su sustento. “Es mi obligación cumplir con lo acordado con ellos y buscar la manera de que se inserten laboralmente en algún lugar. Es muy triste y difícil pasar por esto”, concluyó y agradeció a todas las personas que lo acompañaron en estos 7 años, y en especial a ‘Lito’ Valbuena, el propietario del local, quien siempre tuvo disposición de hacerles las cosas más sencillas en un espacio físico que el propio Cretton trabajó mucho para mejorar.
Sin dudas, el cierre de Otto Beer es un golpe para la ciudad y un reflejo de la complicada situación económica actual, donde a muchos comercios se les hace cada vez más difícil sobrellevar el día a día.