Don Carlos Wodtcke llegó a Esquel en la década del 70. Su deseo de ayudar al prójimo lo trajo a la Patagonia, como misionero. Trabajó en los inicios de la hidroeléctrica Futaleufú y prestó servicios en la Escuela Politécnica N° 701. Falleció a los 88 años, hace algunas semanas, dejando un sentido recuerdo en aquellos que lo conocieron.
La partida de este vecino descendiente de alemanes generó una profunda tristeza, y no solo entre sus familiares. Ocurrió a mediados de abril. A las calles de la ciudad le faltarán algo sin él y su vieja bicicleta negra, esa que aparentaba pesar toneladas y que el hombre dominaba sin complicación alguna.
Jesús Sepúlveda es su nieto y uno de los impulsores de una propuesta puntual: que el Honorable Concejo Deliberante de Esquel declare a don Carlos Wodtcke como “ciudadano ejemplar”. El siguiente paso es juntar firmas para que el nuevo barrio de 50 viviendas que está construyéndose en el Estación lleve su nombre.
Afecto
En diálogo con diario La Portada, destacó las innumerables muestras de afecto que recibió su abuelo en los últimos años de vida y los mensajes que llenaron las redes sociales al conocerse su deceso, a mediados del pasado mes de abril. Esto motivó el pedido que realiza en el cuerpo legislativo de la ciudad.
Por estos días, Sepúlveda está recopilando artículos periodísticos y material gráfico referidos a su abuelo. Esa documentación servirá para acompañar la solicitud en el Concejo Deliberante. Si la iniciativa prospera, después saldrá en búsqueda de las firmas para nominar al barrio que está levantándose en el Estación.
Un sobreviviente de la gran guerra
La familia Wodtcke llegó a la Argentina en la década del 30 escapando de una Alemania hostil y convulsionada social y políticamente, en las puertas de un sanguinario conflicto bélico. En Formosa nacería Carlos. Al poco tiempo, padre, madre e hijos regresarían al viejo Continente para administrar un campo.
“Ellos retoman en el 37 y después quedan cautivos de la Segunda Guerra Mundial”, contó Sepúlveda y resaltó que “mi abuelo es un sobreviviente. Y le quedaron algunos hábitos de esa época”. Por ejemplo, “si uno comía pan y sobre la mesa quedaban migas no podían tirarse; debían agregarse a la tasa de café”, recordó.
Los Wodtcke no se olvidarían de la Argentina, el país que los había cobijado. Y vuelven en búsqueda de una nueva oportunidad. A don Carlos la vida lo condujo hasta la localidad de El Maitén, donde conocería a la madre de sus ocho hijos. Un viaje como misionero le permitió conocer el amor, y a la Patagonia. Fue un hombre de fe, destacó su nieto.
La escritura, las reglas de la lengua y la lectura eran otras de sus pasiones. Durante mucho tiempo intercambió correspondencia con un hermano mayor en Stuttgart a quien “solía corregirle errores gramaticales”, dijo Sepúlveda entre risas. La Biblia estaba entre sus obras predilectas. La fotografía que acompaña la presente nota así lo refleja, en una de las tantas jornadas en el Melipal.
En la presa y la Poli
En los 70, ya establecido en la ciudad de Esquel, trabajó en la hidroeléctrica Futaleufú. Luego ingresó como docente a la Escuela Politécnica “Francisco Gilardoni” donde permaneció por 25 años hasta acogerse al beneficio de la jubilación. Dio clases de hojalatería y electricidad en los talleres del predio escolar. Sus habilidades eran notorias, como su vocación de enseñar.
Sepúlveda sostuvo que de alguna manera “el pedido por declararlo ciudadano ejemplar nace de los propios estudiantes de la Politécnica”, muchos egresados y otros que aún recorren los pasillos del establecimiento. Y no dudó en agradecer a toda la comunidad educativa. “Muchos los recuerdan con cariño”, amplió en la nota con La Portada.