Por Sergio Espinoza, periodista.
Todos conocemos un refrán, tan trillado pero válido para este momento, “la crisis ofrece oportunidades”. Tal vez, siendo este un semanario informativo debiera desarrollar un análisis sobre las noticias más destacadas que circulan por los medios periodísticos acorde a los tiempos que se viven. Compartir datos estadísticos, hablar de cómo se está resolviendo “el tema” en otros países, establecer una comparación de la actuación del gobierno de nuestra provincia con el accionar en otras provincias, por nombrar algunos
ítems.
Sin embargo, quiero referirme a la oportunidad. Porque la oportunidad de algo distinto siempre está latente. Eso que llamamos esperanza. Es bueno preguntarse durante este aislamiento: ¿qué viene después de esto?, ¿cómo encaramos nuestra vida en sociedad luego de este encierro colectivo?
La periodista y escritora canadiense Naomi Klein sostuvo en su momento, allá por el 2007, que existió una doctrina del shock para disciplinar a las sociedades hacia la aceptación de un modelo económico denominado Capitalismo del Desastre. Un método ideado por el profesor en Economía Milton Fridman desde la Universidad de Chicago de Estados Unidos.
Llevado adelante en diversos países por sus discípulos académicos denominados “Chicago Boys” y cuyo principal objetivo fue eliminar por completo toda idea de Estado de Bienestar e instalar a escala mundial un modelo de desarrollo neoliberal.
El método de Fridman fue la generación de un estado de paralización general, con el fin de que las sociedades no tengan el rápido reflejo para resistir medidas económicas que perjudiquen a las mayorías. Desde la generación de golpes de Estado hasta la utilización de catástrofes naturales sirvieron para paralizar a la población y someterlas a políticas
económicas contrarias a su bienestar y desarrollo.
La situación que está viviendo hoy el mundo nos remite a la investigación realizada por Klein en los principios del siglo XXI. No cabe duda que las sociedades viven en un estado de shock permanente. Con una propagada mundial del pánico y del temor al otro, al semejante. Con una política de encierro y confinamiento que exige un voluntarismo militante, casi dogmático. Es el encierro como norma. Acompañada por una publicidad
positiva basada en el que “nos están cuidando” de un enemigo invisible que ciertamente lo porta “el otro”. Es la exaltación e instalación más perfecta del individualismo.
Ya no existen enemigos internos, ni externos. El enemigo es muy probable que sea mi vecino. Aún más, es muy posible que viva conmigo. Con el agravante de no poder salir de mi confinamiento porque afuera se patrulla las calles y al salir, me convierto en enemigo de otros. Este estado de paranoia generalizada no hace más que agravar la situación. Es como si estuviésemos en guerra. Ahora, la pregunta es ¿estamos en guerra contra un virus, contra el otro o contra un sistema de ideas?
Militantes de la ayuda
Comencé la nota planteando que la crisis nos brinda oportunidades. La pandemia es una catástrofe natural que azota a las sociedades del mundo. El confinamiento es la respuesta política de los gobiernos ante esta catástrofe natural. El encierro es una idea. ¿Puede haber otras ideas?, seguramente. Entonces, frente al shock que es la propia pandemia,
sucede el estado de shock que es el encierro. Este aislamiento es plenamente una paralización de las acciones. Las sociedades quedan paralizadas, sin reflejos, aturdidas, sin respuestas. Se establece el control del todo social y se pierde la idea del sujeto de Derecho. Se establece un estado de violencia permanente. El confinamiento es una olla a presión dispuesta a estallar en cualquier momento y las primeras damnificadas serán las familias más vulnerables. Por lo que es necesario comenzar a organizar la resistencia a este estado de violencia. Este momento histórico nos brinda la oportunidad de ser militantes de la ayuda. De cuidarme y cuidar a otros, de establecer vínculos de solidaridad.
De buscar diversos tipos de interrelación. De romper con el individualismo que intenta desconocer a mi semejante y que me obliga a no involucrarme.
Esta crisis nos brinda la oportunidad de enaltecer la humanidad, de pensar que el otro también es una respuesta válida. Sin lugar a dudas la pandemia es un hecho político y la respuesta política a los acontecimientos actuales es la esperanza. Una esperanza colectiva, fortalecida junto a otros. No permitamos que la paranoia y el temor nos paralicen. La construcción del futuro será sobre la base de una nueva sensibilidad que registre al otro
como necesario. Finalmente, a modo de prólogo quiero rescatar la reflexión que hiciera el guionista de la historieta “El Eternauta”, Héctor G. Oesterheld: “El único héroe válido es el héroe en grupo. Nunca el héroe individual, el héroe solo”. Comencemos entonces a organizar lo que viene construyendo este presente entre todos. Y por qué no, humanizar
nuestro medio inmediato y de esta manera, humanizar nuestro planeta.