“Si tengo que mover cielo y tierra lo voy a hacer”, asegura sin vueltas Ariel Fermín Evans, vecino de Esquel que lleva cerca de medio año tramitando sin éxito ante el Ministerio de Desarrollo Social de Nación una pensión por discapacidad para su esposa de 28 años, quien sufre un grave inconveniente de salud.
La vida de esta familia cambió por completo allá por junio del 2017. Flavia Flores ingresa al Hospital de la ciudad descompensada. Los médicos no logran dar con el diagnóstico certero. Los análisis en general arrojan resultados preocupantes. Hasta que aparece el doctor Damián Serebrinsky. La peor noticia. Es hipertensión pulmonar severa.
Diario La Portada conversó con Ariel Evans. Luce entero. En cada tramo de la entrevista aclara que no piensa bajar los brazos pese a que la “burocracia” del Estado parece jugarle en contra, así como la delicada salud de su mujer. Lo hace por ella y por sus pequeños tres hijos, a quienes prefiere mantener al margen.
Cuenta este padre de 33 años que tras saber de la enfermedad comienzan a batallar primero para que la obra social reconozca los costosísimos medicamentos, valuados en cerca de 53 mil pesos. No fue fácil, sostiene. Para conseguirlo tuvo que presentar el reclamo ante la Justicia, que falló a su favor. Luego vino una búsqueda que continúa: la pensión por discapacidad.
Seis meses lleva golpeando puertas y realizando esas frías llamadas telefónicas frustrantes donde un operador pasa con otro sin respuesta alguna. Este medio, junta a una persona que ayuda a la familia, hizo el intento y se comunicó con el Ministerio de Desarrollo Social y Anses. No hubo suerte. Más de 25 minutos en vano.
Precisa que arrancan con los trámites en las oficinas de la cartera social, ubicadas en la Avenida Irigoyen. Presenta en la dependencia toda la documentación solicitada y le explican que debe aguardar un llamado. Nunca llegó. “Lo realizamos en septiembre del año pasado y hasta el momento no tengo siquiera una devolución. Cada vez que voy me dicen que tengo que esperar”, indica.
Se queja que el Estado frente a situaciones de esta naturaleza debería ser más contemplativo y no poner trabas innecesarias. “Dan vueltas, no te dan la solución ni explicaciones”, expresa visiblemente molesto. Después de mucho peregrinar ahora pareciera que Anses le dio un turno para los primeros días de mayo.
Comenta que la enfermedad le impide a su esposa realizar actividades. Tener un empleo, por ejemplo. Para aliviar los síntomas necesita completar un tratamiento costoso. La cabeza de Ariel se divide hoy en varios frentes: hacerse de la pensión por discapacidad, la salud de su compañera de ruta, cuidar a los hijos y trabajar. Pero no agacha la cabeza. Si no lo hace Flavia, menos él.
De vuelta el trámite en Desarrollo Social lo ofusca. “No hay una contención del Estado Nacional de darte una mano”, reitera y de inmediato se pregunta cuántas personas atravesarán por una situación semejante. Entiende que la culpa no es de los empleados sino del sistema. La burocracia es así, asiente.
“Ella no merece pasar esta angustia”, plantea. Piensa unos segundos y cuenta que dentro de esta dura historia hay gente de gran valor. Aquí menciona al doctor Serebrinsky, de quien destaca su calidad humana y profesional. Agradece por su trabajo en La Anónima y resalta que con el sueldo puede afrontar las obligaciones mensuales. También destaca el apoyo diario de sus compañeros.
La plata no les alcanza para todo. Pagar el alquiler. El tratamiento. El día a día. Llegar a fin de mes se complica, reconoce. Por eso la pensión por discapacidad para su mujer sería un aliciente. “Si tengo que mover cielo y tierra lo voy a hacer”, asegura. Lo tiene bien claro. Ariel lucha por Flavia, por sus hijos, por la familia. Al fin y al cabo, es lo más importante.