El triunfo de Alberto y Cristina en las elecciones del pasado domingo 11 de agosto fue aplastante. “No fue magia”, es el resultado del trabajo minucioso, delicado, que llevó a cabo Alberto Fernández para lograr un “Frente de Todos”, un frente que trascienda el eslogan, a lo que se sumó el acto de grandeza asumido por Cristina Fernández al dar un paso al costado y proponer como pre-candidato a presidente a Alberto.
El resultado de las PASO no es un producto de la casualidad o de la suerte. Es el resultado de un trabajo cuya tarea fue enhebrar un abanico de acuerdos y alianzas para superar las diferencias que todos sufrimos a lo largo de por lo menos los últimos 7 años de la “década ganada”.
Dicha tarea generó en muchos ciudadanos un fuerte sentimiento de esperanza y la sensación de que la política vuelve. Sí, digo bien, vuelve la política. Porque lo que estamos viviendo desde hace casi cuatro años es un invento basado en la aplicación sistemática de un modelo económico digitado desde la casa blanca y el FMI para transformar al país en una verdadera republiqueta bananera.
Durante estos últimos años, los argentinos vivimos y sufrimos la anorexia de la política de la mano de unos “locos con carnet”. Fundamento dicha afirmación al escuchar, a tan solo 15 horas de conocer el resultado de los comicios, al Presidente M. Macri vociferar que la culpa es de la gente que voto al “Kirchnerismo” y remata con que esta situación puede constituir “el fin de la Argentina”.
Ha sido muy notoria la diferencia de los discursos de los candidatos a ocupar el sillón de Rivadavia. Alberto permanentemente habla de la situación social y económica del país, de la pobreza, de las Pyme que cierran, de la pulverización del salario, de los jubilados, de los medicamentos y sus costos, de la pérdida de derechos a lo largo de estos cuatro años, pero con dos detalles muy importantes, primero lo hace en forma mesurada, adecuada, respetuosamente y sin dejar de lado la coyuntura y segundo como “maestro ciruela” explica cómo va a subir los salarios y las jubilaciones, con “políticas claras”. Sí, como dije antes, vuelve la política, las políticas de estado. En contraposición, Mauricio no dice nada y no ha podido mostrar en terreno ningún logro. Solo se lo ve por ahí vociferando “que se puede” “que se viene el cambio” “Juntos por el cambio” “es el camino” “votennos aunque no tengan argumentos”, o “¡No se inunda masssssss!”. El último manotazo de ahogado, el desembarco de un dirigente peronista a Cambiemos con aspiración a Vice, “jugada genial” que terminó siendo la jugada e imagen de la derrota, un Miguel Pichi….. sentado en el local de campaña agarrándose la cabeza, al igual que “el mago con dientes” de Juntos por el cambio.
La semana pasada, en otro medio local, el Profesor Jorge Oriola, en su artículo “Todos convivimos con el consenso de Washigton……” analizaba y nos recordaba 10 puntos importantes de ese acuerdo celebrado en 1989 que daba inicio así al ciclo signado por la apertura económica y el capital financiero, el profe termina su nota con una expresión de deseo o augurio. “…… Si no fueron por más es gracias a la resistencia popular. Anunciaron seguir lo mismo y más rápido. Este año es año electoral. Debemos revertirlo.”
El contundente mensaje que las urnas dieron el pasado 11 de agosto no solo viene a ponerle un límite al gobierno de Mauricio, sino también a las políticas neoliberales salvajes implementadas desde la casa Rosada/Blanca que imperan, no solo en América sino en gran parte del mundo. Lo que sucedió en las urnas es la caída de un cotillón inflado, sí, porque su métodos pueden maquillarse y confundir, “la revolución de la alegría”. Pero sus objetivos no: solo les interesa el poder, para que nada cambie o en tal caso los cambios sigan manteniendo los privilegios de unos pocos favorecidos y profundizando aun más la distancia entre la clase social más alta y una inmensa mayoría empobrecida que la está pasando muy, pero muy mal.
Es cierto que el Lunes Negro nos hizo más pobres, disminuyó nuestros ingresos, vulnerabilizó más aun a los vulnerables de siempre, licuó el presupuesto de salud y educación con el objeto de redireccionar el dinero de los trabajadores hacia los bolsillos de los grupos concentrados, esto es el modelo de concentración.
Pero por suerte se empezó a revertir, no va ser fácil el camino, pero es posible. Es imprescindible, ahora más que nunca, empezar a registrar al “otro”, organizarnos, dejar de mirar la realidad desde nuestro ombligo. Es necesario que nos pensemos todos en un gran colectivo. Es imprescindible la toma de conciencia sobre las peores injusticias que genera un modelo para pocos. Nos necesitamos para que la transformación sea sólida y profunda, basada en el trabajo colectivo como “el trabajo de las hormigas que no triunfan por su tamaño, sino por su constancia”.
*Prof. Silvio Musacchio.