Bruno Ricao llegó a Esquel el domingo 30 de noviembre por la noche, después de una travesía impresionante: corrió alrededor de 1.850 kilómetros desde Chascomús, tirando de un carro con todo lo necesario para sobrevivir en la ruta, con etapas que, en algunos tramos, superaron los 140 kilómetros sin cruzarse con ningún pueblo. Lo hizo con un objetivo muy concreto y profundamente personal: volver a participar en el Q-Trail el próximo fin de semana, en los mismos senderos de montaña que lo enamoraron en su primera visita a la ciudad.

En diálogo con los medios de comunicación, Bruno define el desafío como algo íntimo, más allá de cualquier resultado deportivo. “Es muy personal, un sacrificio que quería hacer en lo deportivo”, explicó. La elección de Esquel como destino no fue casual: “Decidí Esquel porque fue un viaje que hice en una transición, conocí Q-Trail, me gustó la ciudad, mi hermana vive acá, la distancia era acorde al desafío que yo buscaba. Ahí nació, solamente hubo que decidirse, poner primera y arrancar”.

La travesía se extendió durante 36 días, con un objetivo ambicioso desde el inicio. “Cuando arrancó esto yo quise que fueran entre 40 y 60 kilómetros diarios, sin saber si se podía o cómo iba a reaccionar el cuerpo”, relató. El cuerpo respondió, pero para Bruno la clave estuvo en otro lado: “Después de una semana de correr esa distancia, me aferré mucho a creer que podía hacerlo, creo que la mente fue fundamental, no le encontré el límite a cuando uno se propone algo. Pareciera que el cuerpo no se cansa”.

Aun así, el desgaste terminó pasando factura: “Terminó esto y se notó el cansancio, pero pude cumplir con el objetivo”. Su meta era llegar con un pequeño margen para descansar antes del Q-Trail, entre el 1 y el 4 de diciembre, algo que cumplió (y hasta se adelantó unas horas).

Bruno aclara que no persigue podios ni puestos destacados en la competencia. Su desafío es con él mismo. “Conozco a la gente que corre acá y tienen mucho nivel, no vengo por ningún puesto, vengo para superar un tiempo personal nada más, porque sé de la calidad de quienes corren acá”, afirma.

La logística del viaje fue tan extrema como el propio objetivo: sin vehículo de apoyo ni acompañantes constantes, la asistencia la hizo él mismo. “Fue con un carrito que llevaba a la cintura. Tenía la carpa, agua, comida, ropa, todo lo necesario para poder estar sobre todo en las etapas largas que en algunas superaba los 140 kilómetros y no había nada en el camino”, contó.

En el camino, apareció la solidaridad. “Tuve algunos puntos donde hubo gente que me asistió en el camino, se fue sumando, pero la asistencia la hizo casi completamente el carro, si no, no lo hubiera podido lograr”, señaló.

El trayecto no estuvo exento de momentos de crisis. Bruno recuerda con claridad una lesión que casi da por terminado el sueño. “Fue en una pierna, pensé que se terminaba. Estaba saliendo de Benito Juárez, en un camino rural, no podía pisar, no podía mover el pie, tenía un moretón, tipo desgarro”, describe.

En ese punto, recurrió a un recurso decisivo: la conversación consigo mismo. “Empecé a hablarme solo, no podía creer que ya se terminaba. Empecé a decirme, a hacer un juego mental, le hablaba al cuerpo diciéndole que iba a tener que correr con dolor, o se acostumbraba conmigo a correr con dolor o se pasaba y corríamos los tranquilos hasta el final”, narró.

La estrategia funcionó: “Comencé corriendo con complicaciones, arrastrando un poco el pie, empezó a mejorar, se fue el dolor, y hasta el día que llegué, creo que solo tuve una ampolla, fue una locura, porque realmente fue así”. Esa experiencia refuerza su convicción sobre la fuerza del convencimiento: “Por eso digo que la mente tiene un poder sobre el cuerpo, que por eso digo que me ha tirado abajo en alguna carrera, en este caso me hizo llegar hasta acá”.

En la ruta, además del desgaste físico, apareció el factor humano. “La gente se fue sumando de a poco, con mucho cariño, pero me sorprendió en el camino, he tenido hasta colectivos de larga distancia que han parado a ver si necesitaba algo”, relató. La escena se repitió incluso en los tramos finales: “El domingo antes de llegar acá, que había tormenta, me querían traer, me querían subir el carro arriba del colectivo”.

Hubo jornadas particularmente duras, donde el agua y el calor se volvieron protagonistas. “Yo he pasado momentos que me he quedado corto con el agua, porque el carro salió con alrededor de 50 kilos, pero tenía 3 litros de agua y dos naranjas, en los tramos de 140 kilómetros el carro salía con 15 litros de agua, más bananas, más comida, más naranjas, y en algunos casos me tocaron partes de 37 grados de Río Colorado a Choele Choel, que fue bravo y ahí la gente ayudó”, detalló.

Aunque ya tenía experiencia en maratones, nunca había encarado algo de esta magnitud. “Si me preguntaban antes, hubiera dicho que no podía lograrlo”, reconoce. Incluso recibió advertencias de sus más cercanos antes de salir: “Me decían que bajara la vara porque me iba a frustrar, pero yo estaba muy aferrado a lo que podía lograr y creo que fue lo que me trajo hasta acá”.

Mientras corría, también se hacía tiempo para comunicar y mantener el vínculo con la gente que lo seguía a la distancia por redes sociales, en la cuenta de Instagram @chascomus_esquel. “Hacía videos, avisando dónde estaba o cuál era el objetivo del día siguiente”, cuenta. Esa comunidad virtual fue un motor extra: “Hubo muchos tramos en que la gente jugó un partido importante, yo no sé si hubiera llegado si no tenía alguien atrás que sabía que estaba mirando, por ahí uno solo hubiera achicado un poco el promedio o no me habría esforzado tanto, pero me ayudaron mucho las redes”.

Ahora, con el objetivo de la travesía cumplido, el foco está puesto en el Q-Trail y en disfrutar el entorno que lo inspiró a encarar el desafío. Y, después, un pequeño premio personal antes de volver a casa. “Saqué pasaje para el 12 de diciembre. En este caso no lo saqué desde Esquel porque quería aprovechar para conocer Bariloche, así que después del Q-Trail, me voy allá y después vuelvo a Buenos Aires y de ahí a Chascomús”, proyecta.

Bruno Ricao ya hizo historia antes de largar la carrera. El próximo fin de semana, cuando vuelva a pisar los senderos que lo inspiraron, lo hará sabiendo que cada kilómetro del Q-Trail es apenas el capítulo final de una travesía de 1.850 kilómetros, que empezó mucho antes, en la ruta, y sobre todo en la cabeza.