* POR “OFICIALMENTE VIEJAS”.
“Nadie sabe hasta qué punto, muy temprano, los varones toman conciencia de su rango de superioridad, hasta qué punto este sentimiento crece y se fortalece dentro y fuera de ellos, hasta qué punto todos los niños se lotransmiten en el colegio, hasta qué punto el hijo, al crecer y convertirse en muchacho, se cree superior a su madre, mostrando quizás cierta indulgencia con respecto a ella pero ningún respeto real. ¡Y qué sentimiento sublime y majestuoso experimenta hacia La Mujer a quien concede el honor de compartir su vida! ¿Cómo alguien podría suponer que esto no pervierte el carácter de un varón?”
Es un párrafo de La esclavitud femenina, escrito por John Stuart Mill en 1869, leído en sesión especial de un Concejo Deliberante por flamante sexagenaria, como consecuencia de su pedido de impugnación de un candidato para el cargo de Juez de Faltas que la había acosado y calumniado con escritos discriminatorios y degradantes, de contenido ofensivo y lenguaje soez. Con intención más pedagógica que cancelatoria, cuando tuvo la palabra, la sexagenaria solicitó que el aspirante a Juez se capacitara con la Ley Micaela antes de postularse para ocupar cualquier cargo público. Al citar a un autor del siglo XIX apuntaba más a visibilizar la transmisión de una mentalidad machista y patriarcaly menos al acosador cuya candidatura pretendió impugnar. Cómo no iba a ser violento el pobre santo, si es lo que se ha enseñadoytransmitidoen las casas y en las escuelas.
Si, como dice Rita Segato, en la estructura misma del patriarcado hay mandato de violación, entre todo lo que se viene transmitiendo está el permiso para violar, y el fallo de absolución a los violadores de Playa Unión no es otra cosa quela ratificación de esta transmisión ininterrumpida, otro golpe que, por enésima vez, nos estampa en plena jeta, en todo el cuerpo, la vieja marca al rojo vivo del enemigo.
Pero seguimos dando batalla. En una entrevista radial, Verónica Heredia, una de las valerosas abogadas de la denunciante de la violación grupal, contó que había recibido testimonios de mujeres de edades muy avanzadas sobre violaciones padecidas en su juventud.
Una sola solución, otra cosa
Las que en los últimos años, no mucho antes de ser oficialmente viejas, nos pusimos a investigar y a militar en temas de géneros, supimos que desde la década de los años 60 hay acuerdo en que “hombre y “mujer” son nociones que no tienen que ver con la naturaleza, que el sexo fue construido artificialmente como arma de dominación, pero nombrado como si fuese una división natural. “Mujer”, “hombre”, son categorías sociológicas, categorías políticas y no biológicas. Vimos circular por todas partes citas de Simone de Beauvoir, que escribió El segundo sexo en 1949. Leímos hasta el cansancio que los opresores no serían tan fuertes si no tuviesen cómplices entre las propias oprimidas, prisioneras del paradigma de La-Mujer, creado como acto-del-poder para oprimir a las mujeres. El estereotipo de La-Mujer reproduce y transmiteimaginarios machistas y es un partícipe necesario para que el régimen violador se perpetúe.
Hace más de cincuenta años, antes de publicar sus ensayos teóricos y políticos, Monique Wittig expresó en una entrevista, refiriéndose a conmemoraciones y actividades dedicadas a exaltar a La-Mujer: “lo más peligroso, lo que me parece más pérfido, es lo que fomentamos nosotras al recuperar esa especie de nueva femineidad como si fuera una liberación, pero de hecho es una regresión, me siento muy incómoda con esta postura y tengo la impresión de que no es algo nuevo, sino que viene desde hace mucho tiempo.”
De una vez por todas tenemos que salir del yugo de un sistema de interpretación que mata, borrar la vieja marca al rojo vivo del enemigo demoliendo su mito de La-Mujer, mal que les pese a quienes siguen apostando por un gineceo apolítico, homogéneo y manipulable.
En las antípodas de las juezas de Rawson, gracias a la potencia del movimiento LGBTI+ y feminista, fue absuelta Eva “Higui” de Jesús, acusada de homicidio por defenderse de una violación correctiva por ser lesbiana, es decir, por no cumplir con el paradigma de La-Mujer.