-Hola “Yiyo”, lo estamos esperando para hacer la entrevista. –Sí, me bajo de la máquina y voy para el diario. Es sábado, pasadas las 12 horas. Las nubes grises oscuras cumplen con su amenaza y empiezan a soltar ligeras gotas. La breve conversación telefónica tiene de un lado al equipo periodístico de La Portada y, del otro, a un tano que reside en la ciudad hace más de medio siglo.
Ni bien cruza la puerta de la redacción, Luis Simeoni saluda con un fuerte apretón de manos y comenta que durante gran parte de la mañana había estado en la obra. Tiene casi 80 años y lejos parece de querer acogerse al beneficio de la jubilación. “El país se saca adelante trabajando”, asiente tras probar un mate amargo.
A lo largo de media hora cuenta cómo llegó hasta Esquel, en el Gobierno de Juan Domingo Perón en un viaje que compartió con Macri padre, habla de la época militar y advierte que la corrupción es uno de los grandes males nacionales. Sin casete ni pelos en la lengua. Un “Yiyo” autentico. Tómelo o déjelo.
Simeoni, recuerda, aterriza en Argentina en la década del cincuenta con el peronismo en el poder. El destino lo conduce junto a su padre al Lago Futalaufquen. “Nací con la cuchara”, bromea dejando en claro que la construcción es una vocación que incorporó desde la cuna. “A los doce ya pegaba ladrillos en la pared de cualquiera”, agrega.
Explica que al principio nada le fue sencillo y que consolidarse en el sector le demandó largo tiempo. “Empezamos muy de abajo”, dice. De la Italia veneciana vino con una mano atrás y otra adelante. Hoy, cada tanto se hace una escapada al Viejo Continente para regar sus raíces. El acento es algo que nunca perdió pese al correr de los años.
Sin vueltas sostiene que uno de los grandes obstáculos del desarrollo argentino ha sido los manejos espurios de algunos políticos en complicidad con empresarios. Afirma que -en el rubro que conoce bien de cerca- es una realidad y trae como muestra las causas que salieron a la luz en la provincia.
“Esquel debería ser un villar pero la corrupción fue mucha”, lanza.
Asevera igualmente que no es patrimonio exclusivo de un gobierno en particular, por el contrario “sucedió siempre”. Reconoce, asimismo, que en la época de la dictadura la situación era otra y que en lo vinculado a la obra pública no tiene cuestionamientos.
“Con esto no quiero decir que hacen falta. Está claro”, amplía.
Aporte en la ciudad
No se queda quieto. Repasa sin pausa anécdota sobre anécdota. Acompaña cada testimonio con gestos y sonrisas picaras. Revela una particular reunión con un alto mando del Ejército y empresarios trajeados a la que asistió con la ropa de siempre, recuerda su amor por la aviación y toca otra de sus grandes pasiones: Monte Bianco.
Enumera que a lo largo de cinco décadas encaró obras en el aeropuerto, El Bolsón, decenas de cuadras pavimentadas, la estructura de hormigón del Hotel Tehuelche, puentes, viviendas, etc.etc. “Somos la empresa más vieja de Esquel”, recalca quien comparte, además, un parentesco con el actual intendente Sergio Ongarato, de quien tiene una buena valoración.
“Si uno labura gana plata, si no labura no. Hay que agacharse, como hace mucha gente. Estar arriba del camión y arremangarse. Esa es la manera. El Estado tiene que acompañar y controlar. Pero si es corrupto, fuiste. Nosotros no somos chupamedias, somos de trabajo. Antes había que estar al lado de la política sino cagabas”, manifiesta.
Parque de Nieve
Fuera del cemento, es a “Monte Bianco” al que le dedica bastante de su tiempo. El parque de nieve está localizado a unos pocos kilómetros de la localidad, pasando Alto Río Percy. Alcanzó popularidad nacional gracias a un vídeo viralizado por Marcelo Tinelli. Al conductor del “Bailando por un Sueño” lo respeta mucho. Se nota en sus comentarios.
El atractivo de montaña permite hacer en época de invierno esquí de fondo, snowboard, patinaje sobre hielo y caminatas sobre la nieve, entre otras cosas. “Es algo familiar que con cien personas arriba me alcanza. Seguro que el 2019 desborda y eso que no hago publicidad. Es todo boca en boca”, indica.
Sostiene que para ponerlo a punto no resultó sencillo y que exigió esfuerzo. “Tengo 3500 horas máquina de Caterpillar”, destaca. De inmediato opina sobre el futuro de “La Hoya”. Si entregan la concesión “andará bien. Pero ojo que ya no irá más gente gratis. Un montón de personas hicieron plata con el centro de esquí. A mí, si me la dan regalada no la quiero. Es muy costosa”, acotó.
La charla se estira unos minutos hasta que decide retirarse y partir rumbo a su casa. Las ganas de almorzar pudieron más. Es comprensible. El reloj marca las 13 y moneda. Extiende nuevamente la mano, saluda y agradece el reportaje. Por la tarde volverá a la obra. Está ocupado con pavimento por consorcio. Pareciera que el hombre, a los 79 años, no descansa.