A los 5 años comenzó a trabajar junto a sus padres en la chacra familiar, reconocida por abastecer el mercado local como también el nacional. Hoy son sus hijos y nietos los que continúan con el legado. En su casa siempre primó la cultura del trabajo y es lo que se ha transmitido de generación en generación.
Sus padres llegaron desde Entre Ríos a Esquel en carro en el año 1914. El viaje fue largo debido a que en ese entonces no había caminos ni auto. Las mujeres iban sentadas y los hombres iban a pie.
Una vez asentados en la chacra familiar, que se encuentra ubicada en el ingreso a la ciudad, tuvieron doce hijos, siete hombres y cinco mujeres. Uno de ellos fue Don Cipriano De Godos, quien nació el 25 de octubre de 1928 y hace muy poco celebró sus 90 años. Padre de dos hijos Cipriano y Román, abuelo de cinco nietos y bisabuelo de una pequeña nena. Su vasta experiencia lo convierte en un hombre lleno de historias y muchas anécdotas. Fue testigo de la llegada del tren, la dictadura militar, los inicios de la represa y el desarrollo de la ciudad.
Su infancia fue plena y desde muy chico conoció la cultura del trabajo. “A los 5 años ya ordeñaba vacas y atendía la chacra junto a mis padres”, contó a La Portada Don Cipriano, quien lamentó haber dejado de trabajar en 1988 por un problema en sus piernas.
Recordó que sus padres llegaron a Esquel cuando todo era calafate y sólo había cinco casas. “Siempre laburamos mucho con la pala, dicen que ahora hay pobreza pero antes era peor. Había familias enteras que vivían con un peso y el que ganaba cincuenta centavos, comía. Se trabajaba desde muy chico y se emparbaba con carro o rastra”, relató.
La chacra de la familia De Godos no tardó tiempo en consolidarse como uno de los más importantes abastecedores de la región. Vendían leche al regimiento y mercadería a La Anónima como también a Del Blanco, entre otros comerciantes. “Yo repartí durante muchos años, pero mi hermano era el que más trabajaba. Al principio lo hacíamos en carro, luego compré un auto y después una camioneta”, señaló.
Los inviernos eran crudos por las bajas temperaturas, las fuertes heladas y la importante cantidad de nieve que se acumulaba. “El frío era terrible y la nevada más grande que cayó fue de un metro y medio, que llegó a tapar los alambres, así que tuve que hacer un camino desde la chacra hasta la avenida con una pala carbonera para que pudieran pasar los autos”, recordó y señaló que en ese tiempo se perdían muchos animales.
También confió que las casas no contaban con las comodidades que hay ahora, ya que no había gas y debían calefaccionarse con leña que ellos mismos juntaban.
Don Cipriano inició sus estudios en la Escuela N° 54, la primera en Esquel, y los finalizó en la Escuela N° 20, hoy 76. “Iba a caballo y lo dejaba en lo de mi tío Evaristo que tenía una sodería. A la salida regresaba a mi casa a trabajar y no había herramientas como ahora”, manifestó.
La familia De Godos siempre se caracterizó por sembrar todo tipo de verduras: lechuga, acelga, espinaca, papas, entre otras variedades, siempre reconocidas por su frescura y calidad.
La llegada del tren
Don Cipriano vivió de cerca la llegada de La Trochita a Esquel dado que las vías se emplazaron a pocos metros de su chacra. “El tren llegó con la campaña de los yugoslavos y polacos. El camino lo hicieron dinamitando las rocas que se encontraban a su paso así que teníamos que salir corriendo cada vez que lo hacían porque las piedras llegaban hasta la chacra”, sostuvo entre risas y destacó que la primera máquina llegó en 1940.
También reivindicó que en ese momento “los caminos se hacían con rastra” y expuso con ironía que “hoy hay muchos que meten la pata en el asfalto”.
Destacó, además, que la instalación de la represa trajo consigo el desarrollo de la ciudad. “Esquel creció mucho porque comenzó a haber mayor movimiento como también se ahogaron varias personas”, dijo y remarcó que “la ciudad nunca tuvo una industria, tuvo un lavadero de lana que desapareció cuando (Carlos) Menem asumió como presidente”.
En su juventud no sólo hizo trabajo de campo sino que también tuvo que cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. Su primer destino fue Bariloche, luego Comodoro Rivadavia y finalmente Buenos Aires donde también trabajó durante tres años en una fábrica metalúrgica en Ciudadela. “La mejor época del país fue desde 1951 hasta 1954 porque se podía caminar tranquilo por Buenos Aires y se respetaba a las personas mayores”, aseguró y señaló que la peor época fue la del gobierno de Menem porque vendió todo el campo.
Asimismo opinó que “uno de los que más hizo crecer a la ciudad y la provincia fue (Mario) Das Neves; las escuelas, los gimnasios, los hospitales y muchas casas están por él”.
Su historia con Videla
Don Cipriano también vivió y padeció en carne propia la dictadura cívico militar. Hoy está vivo de milagro y puede contar la historia pero la muerte le pasó muy cerca. “Yo estoy vivo porque tuve suerte. Yo lo conocí bien a Videla, era terrible, bravísimo, un hijo de puta. No dejaba pasar a nadie e hizo mucho daño porque mataban a la gente que pasaba por la calle”, relató.
En este sentido recordó que una vez quiso ir al cementerio porque había fallecido el nieto de Sasá en El Bolsón y pensaba que lo iban a traer a Esquel. “Finalmente no lo trajeron así que me pegué la vuelta y me volví para la chacra hasta que en el camino vi que me apuntaban a cuatrocientos metros. Paré la rastrojera y me descargaron dos fal, uno a mí y otro a mi señora. La puerta quedó como un picadillo, me erraron veinte tiros y todos pegaron arriba”, precisó. Sin titubear ni atemorizarse, preguntó con ironía quién tenía tanta puntería y felicitó por “hijo de puta” al que lo hizo. “A vos no te parió una mujer sino una vaca”, agregó y al capitán le señaló que no era digno de llevar el uniforme. Asimismo les preguntó si no les daba vergüenza meterle balas a un ciudadano que va caminando a plena tarde del día. “No se podía andar, a una pareja la mataron y a un muchacho lo dejaron colgando en el alambre”, lamentó.
Un negocio familiar
Don Cipriano dedicó toda su vida al trabajo y la familia. Mencionó que la clave de sus 90 años es haber trabajado siempre y comer bien. También destacó que en su juventud vestía muy bien y que andaba con trajes a medida. Su día comenzaba bien temprano, se levantaba un poco antes de las 5 de la mañana y muchas veces terminaba de trabajar pasada la medianoche. “Así tengo la espalda”, acotó entre risas.
Hoy sus hijos Cipriano y Román continúan con el trabajo en la chacra pero –resaltaron- “con más tecnología”. No sólo abastecen los comercios de la ciudad, sino también el interior de la provincia y otras ciudades del país. “Nosotros nos criamos acá, los vimos trabajar y aprendimos la cultura del trabajo. Nunca se nos prohibió jugar pero siempre trabajamos a la par”, concluyó con orgullo Cipriano hijo.
